Inicio Opinión

Las cartas credenciales de La Cónsula

La lucha de la memoria contra el olvido me había cercado, porque el nombre de La Cónsula me confundía con sus recientes episodios, ciertamente estaba con los que demandaban duramente, pero en mi interior urgía a mis compañeros de la Junta de Andalucía a resolver los dilemas burocráticos que impedían el funcionamiento regular de unas de nuestras joyas malagueñas. Hoy ya se cuece el pan, huele a fogones, y mi magdalena de Proust tiene sabor al aguacate que cayó de un aguacatero de sus jardines y que me ofreció con cariño uno de sus perfectos y mimosos cuidadores.

La conocí en 1979, en primero de concejal, como está ahora, con su actual edificio un poco abandonado, con unos vergeles umbríos por las sombras que anidaban, silencio de veranos de pájaros ruidosos, alejados del tronar de los aviones que me exasperaban al aterrizar frente a la tenencia de alcaldía, aquel entrañable edificio en La Higuereta, dónde urgía el vecino, por su agua, su saneamiento, su calle, su colegio, su casa de socorro, su ambulancia, por la romería de San Isidro, por el guarro de San Antón, por hacer bloques en sus parcelas que le tocaran los huevecillos a los aviones o por la autonomía del distrito por la vía del artículo 151 de la Constitución. La Cónsula era mi bálsamo o mi balsa de un naufrago edil de 27 años al que se le amontonaba el ruido de los vecinos y el aeropuerto.

La Cónsula la visitaron ulteriormente Los Reyes de España, y hasta la princesa Leia Organa de la Guerra de las Galaxias: es decir Carrie Fisher y su pareja el cantante Paul Simon, después de su exitoso concierto de la Serenata de la Luna Joven en la Rosaleda, al completo, le agradecí que nos acompañaran a la presentación de la Feria en 1989, en los jardines consulares, y pudimos departir hasta bien entrada la noche, con Pepe Romero, quién nos ofreció unas soberbias interpretaciones para la ocasión. Pepe era ya durante muchos años el mejor intérprete de guitarra clásica del mundo, otro malagueño que se fue de niño con Celedonio, navegando con todos sus hermanos sobre sus guitarras buscando libertad. Noche ciertamente galáctica para mi recuerdo in the sound of silence.

Después vino el feliz acuerdo entre Pedro Aparicio, alcalde, y Francisco Oliva, consejero de trabajo de la Junta de Andalucía, por la que se creó la escuela de hostelería que tantos éxitos nos ha dado y que vicepresidí en su arranque, las evocaciones que plasmó Chicano a su huesped más ilustre Ernest Heminway, en la decoración artística de sus interiores.

En su comedor más silente, me confió Cristine Picasso, su deseo de poner a su disposición sus obras, para crear el actual Museo Picasso, me acompañaba en tan especial ocasión el amigo Antonio Parra de francés académico.

Antes del final, la noche aquella dónde Pio Caro Baroja, nos obsequió con una conferencia de excepción sobre aquellos vecinos e visitantes que cultivó en Churriana, entre la Cónsula y el chiringuito de Frutos las compañías de: Gerald Brenan, Julio Caro, Bertrand Russell, Orson Welles....Al final, sonaron las trompas de Cayetano

Granados y sus compañeros de la Orquestas Sinfónica para que los aviones retozaran y los sueños cazaran mariposas. Larga vida a un proyecto que nació para la excelencia.

 

[cabezon name="Curro Flores" designation="" img="curroflores" /]

Ir ARRIBA