La inseguridad ya se ha convertido en un mal endémico de nuestra sociedad que, sin darnos cuenta, se ha ido normalizando pasito a pasito y de manera intencionada y sencilla.

Ha bastado con la inacción de las administraciones, y como consecuencia, con la resignación de una ciudadanía rendida a los pies de un poder totalitario y desafectado de las necesidades e intereses reales de los españoles, para haber entrado en un estado catatónico, sin posibilidad alguna de reacción.
Parafraseando a Edmund Burke, “Para que el mal triunfe solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada", y es que es así de fácil, tan solo consiste, a través de una ingeniera social lenta pero muy bien dirigida, evitar la reacción de una pequeña parte de la sociedad que “ante la presentación del nuevo traje del Emperador, se ría a carcajadas y diga, El Rey está desnudo”.
Y sí señores, el rey está desnudo, lo que ustedes ven es lo que es, no lo que les dicen que tienen que ver, y sí, ustedes ven lo que vemos todos, ellos también:
La entrada masiva de una inmigración incontrolada.
La degradación de distritos y pueblos a través de la ocupación ilegal de viviendas, casi siempre en manos de mafias y cuando no, como ocurre en gran parte de Manilva, fomentada y controlada por bandas criminales del narcotráfico, con la finalidad de crear espacios de receptación y distribución de drogas.
Las reyertas, los robos y agresiones callejeras, las violaciones a mujeres de cualquier edad y condición.
El buenismo mal entendido, donde prevalece la dictadura del relativismo, como ya vaticinó Benedicto XVI, un fenómeno que pone en peligro la convivencia entre las personas, en el que se deja a cada uno como medida de sí mismo y no reconoce nada como absoluto, es decir nada es bueno o malo del todo, sino que es relativo.
La falta de apoyo del Gobierno, cuando no olvido o criminalización, a nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, dejando que estos funcionarios se conviertan en la diana de lo más abyecto de la sociedad.
Unas leyes, permisivas y lapsas, garantistas de los derechos los criminales y que desprotegen a las víctimas.
Pues todo esto, no es un conjunto de circunstancias casuales, todo esto forma parte de un proyecto de desarticulación del estado de derecho, que se lleva fraguando durante décadas, cuando a una sociedad se la hace débil se convierte de una presa fácil y domesticable, en la que el poder es quien determina, que es bueno y que es malo, de lo que se puede o no se puede hablar, no dejando espacio ni al disidente, ni al pensamiento libre.
Y aludiendo al título de este artículo “Cui prodest”, “A quién beneficia”, pues creo que es más que evidente. El mantenimiento y fomento de la inseguridad, no es un fin, es un medio, por eso nadie hace nada, por eso las administraciones no actúan y tiran balones fuera, todas las dictaduras socialcomunistas, se crean de la misma manera, siguiendo el manual, entre otros muchos, de Friedrich Engels.
Pero no desesperen, todo lo que hoy estamos viendo ya ha sucedido a lo largo de la Historia, con otras fechas y con otros nombres y siempre se ha superado.
Me quedo con la frase atribuida a Bismarck que, sea o no de él, no puede ser más cierta, “La nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo”.
En ello confio.