El pasado día 28 de febrero el Gobierno mexicano, encabezado por su presidenta Claudia Sheimbaun Pardo, llevó a cabo en el emblemático Zócalo de la Ciudad de México una ceremonia honorífica en memoria de Cuauhtémoc, el último líder de México-Tenochtitlan, al cumplirse 500 años de su muerte tras la ejecución ordenada por el descubridor español Hernán Cortés.

En el marco de esta conmemoración, la mandataria mexicana volvió a reiterar su petición de perdón a la Corona de España por los atropellos cometidos durante la Conquista, después de la “inequitativa lucha contra los invasores europeos”.
Todo esta situación tiene su origen en una carta que el anterior presidente, Antonio Manuel López Obrador, mentor político de Sheimbaun, había enviado al rey Felipe VI de España en 2019 pidiendo una disculpa por “los agravios causados durante la conquista de México”.
Ante esta misiva nunca hubo una respuesta oficial. Aunque su contenido se hizo público, llegando la Cancillería española a comentar que "la llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas. Nuestros pueblos hermanos han sabido siempre leer nuestro pasado compartido sin ira y con una perspectiva constructiva, como pueblos libres con una herencia común y una proyección extraordinaria".
Posteriormente, y por este mismo motivo, en octubre de 2024 la nueva presidenta mexicana anunció su decisión de no invitar a la ceremonia al Monarca español, quien al ser el Jefe del Estado de su nación tiene como función la de representar a este país europeo en dichos acontecimientos.
Y en estos días, quizás con el fin de distraer la atención sobre sus complicadas relaciones con la nueva Administración estadounidense, Sheimbaun Pardo ha vuelto a sacar a colación el tema de la petición de perdón real debido a “la crueldad de los hechos históricos, como la captura y tortura de Cuauhtémoc”.
Si bien es cierto que un grupo de aventureros españoles capitaneados por Hernán Cortés logró en 1521 someter al imperio mexica en su búsqueda de gloria y riqueza, esto solo pudo ser posible gracias al apoyo de los miles de guerreros tlaxcaltecas, principalmente, pero también totonecas y de otros pueblos tiranizados por los mexicas quienes los exprimían con sus impuestos y periódicamente, durante las “guerras floridas”, los hacían prisioneros para arrancarles el corazón en los sacrificios masivos realizados en el Templo mayor de Tenochtitlán en honor de las divinidades mesoamericanas.
También cabe anotar que aunque la conquista de lo que luego se llamó el Virreinato de la Nueva España se llevó a cabo en nombre del rey Carlos I, al principio no se le pidió su consentimiento, y que fue uno más de los acontecimientos que se produjeron en el marco de la expansión colonial de todas las potencias europeas de aquel entonces. Por lo que este hecho histórico no puede verse con los mismos ojos ni medirse con los mismos parámetros de las sociedades actuales.
Pedir rendición de cuentas a la Corona española sobre algo que aconteció hace cinco siglos, equivaldría a exigirle a la actual presidenta de Italia, Giorgia Meloni, que se disculpase porque las legiones romanas arrasaron los castros donde habitaban los pueblos celtas en el norte de España, o a que la Unión Europea exigiese al gobierno de Kazajistán que pidiese perdón porque Atila y las hordas de los hunos saquearon Europa en el siglo V.
Pocas dudas caben de que se trata de una escenificación de cara a la galería para desviar la atención de los asuntos que realmente son importantes: como el grave problema de seguridad en México ocasionado por el narcotráfico, el éxodo de sus compatriotas pobres en busca de un futuro mejor al otro lado de la frontera o las malas condiciones de vida en las que todavía subsisten los pueblos autóctonos, como los chiapanecos, a quien la presidenta Sheimbaun asegura defender.
Al fin y al cabo, es innegable el mestizaje que une a España y México, teniendo en cuenta que, se quiera o no, todos los mexicanos y mexicanas son hijos e hijas de esa historia de amor protagonizada por Hernán Cortés y quien fuera su cicerone, consejera y compañera de aventuras: la indígena doña Marina.