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Los alpargates de Jimping

Mientras Occidente, según se mire el alba al ocaso, devastamos tockevilandia presidiados por Trump y jugando a las casitas con Ursulita von; la sacudida de la coleta del dragón chino está de próximo silicio de nuestras marcas orbitales. Con Confucio en los odres almacenados, cogidos al gaznate político por el cuello a lo Mao y teledirigidos económicamente por los escolares de Chicago de Milton Friedman; no es extraño que se hagan cargo hasta de la explotación de los churros de la Plaza Mayor. Ya me sorprendió que vayan a ubicar sus dos fábricas señeras en antiguo leninismo olivarero de Humilladero; más que le hayan quitado a los quioscos navideños la venta exclusiva las figuritas del nacimiento, aunque el tendero Wan de mi calle, sin catecismo, tenga en sus vitrinas la catalina del pastorcito Cagonet junto a Jesús con la Cruz a cuestas. Como el oleaje anticipa un tsunami y parece que es bueno para mayores conservarse aprendiendo en los rumbos desconocidos. Hace poco, a un chavalito amigo de ideales en las tiendas de marca en el aparatoso outlets de  Plaza Mayor, me dio una clase sobre los precios y cualidades de las deportivas a comprar, como experto consumista de estudios en  Red, experta en la manía del derroche. Adidas innovadas de temporada o las clásicas para abuelos pedestres, eran el credo de los sabañones a la carrera. Ayer, como siempre, con retraso, me entero que las zapatillas kung fu han pasado de moda entre los wuanetes de los 1.411.000.000 chinos más o menos; que ahora vacilan las Anta Sports, capaces de coger a la carrera a un indio con mocasines nuevos. Anta parece que va a desbordar a nuestros tenis de lujo, porque han soportado la prueba del inmenso trotar de su población. Aviso a las rebajas, menos Air Jordan y más rebotes Fumanchú.

 

Curro Flores

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