Corría el año de 1823 cuando el entonces presidente de los Estados Unidos de América, James Monroe, propuso la llamada “Doctrina Monroe” que se oponía a cualquier injerencia de una potencia europea en el continente americano bajo el eslogan de “América para los americanos”. Se supone que en este caso se refería a todos los habitantes de dicho territorio desde Alaska hasta la Patagonia.
Sin embargo, hoy podríamos hacer una relectura de esta doctrina y considerar que ahora sería “América para los americanos del norte, concretamente los estadounidenses”, teniendo en cuenta que el actual mandatario de Washington se ha propuesto solucionar unilateralmente todas sus diferencias con los veciones regionales a golpe de amenazas arancelarias y cualquier otra cosa que se le pase por su “andropáusica” mente, contraviniendo todas normas escritas y no escritas de la diplomacia internacional.
De esta manera, acorralando al Gobierno mexicano, cree poder solucionar la epidemina de consumo de fentanilo, un poderoso opiáceo sintético, que hoy en día es uno de los principales problemas de salud pública de la Unión Americana con más de cien mil muertos al año y otros cientos de miles de adictos deambulando como zombis por sus calles, como ocurre actualmente en ciudades como San Francisco.
En este caso, los mexicanos, a quienes en el siglo XIX los estadounidenses arrebataron Texas, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utha y Colorado, están dispuestos a negociar con la nueva (segunda) administración Trump, pero sin renunciar a su soberanía y alegando que Washington debe asumir su responsabilidad doméstica en esta situación.
Por otra parte, el crepuscular presidente también quiere volver a tomar el control del estratégico Canal de Panamá. Quizás no asistió a la clase de historia el día en que enseñaron que en 1821 Estados Unidos conspiró para que el itsmo de Panamá, que pertenecía a la República de Colombia, se independizase de Bogotá para ser manipulado por Estados Unidos que construyó y explotó el paso interoceánico hasta 1999, cuando el canal fue devuelto a los panameños sin posibilidad de vuelta atrás.
¿Quiere el nuevo Gobierno estadounidense volver a la época de las “repúblicas bananeras”? ¿Revivir la idea de que América Latina es su patio trasero? ¿Iniciar una segunda expansión al sur de Río Grande?
Cualquiera de estas posibilidades no traerá más que problemas a una zona del planeta que actualmente enfrenta complicados desafíos de diversa índole.