Difícil tarea la de los ciudadanos españoles que vemos cómo quienes detentan el poder para gobernar el bien común no hacen otra cosa que imponer, en beneficio de sus intereses, cuanto sea necesario para la protección de cuantas anomalías ha cometido desde que llegó al poder. Los tiempos son fundamentales para la protección de todo cuanto ha realizado en beneficio propio, de familiares y de la destrucción de los pilares de la democracia a la que ha asaltado mediante la mentira y el engaño y parece que no va a respetar hasta su completa destrucción. Todo le vale. Tiene dinero de los españoles y de Europa para comprar voluntades. Parece que no pararán hasta destruir todas las fuentes de riqueza que existen en una democracia hasta dejar solo la que existe en las dictaduras y que no son fuente de riqueza sino de pobreza: el Estado. Los pasos que da este gobierno son pausados, medidos y demoledores. Sus tentáculos se extienden de manera generalizada con el único fin de controlar para que nada pueda mermar la capacidad destructiva del gobierno o atacar las consecuencias perniciosas de sus actos.
Mientras que consigue el control total se apoya, en su debilidad, en cualquiera que quiera destruir el país donde sin gobernar pretende obtener el máximo poder. Poder amparado en unos socios minoritarios que desconocen si una vez subido en el pedestal dictatorial lo usara contra ellos, los mismos que lo han encumbrado. Frente a esta actuación la oposición no se sitúa en el sitio correspondiente. Mantiene una postura cálida que en muchos casos mas que beneficiar a la prudencia opositora beneficia a la desfachatez del gobernante lo que hace que el ciudadano vea el futuro con preocupación. Parte la oposición del complejo del relato establecido por quienes gobiernan, la extrema, sin ser capaces de transmitir a la ciudadanía que la única extrema es la que está en el gobierno. Un gobierno que relatando el progresismo lo que hace es limitar libertades, que cacareando la igualdad, implanta la desigualdad, que defendiendo la multiculturalidad lo que hace es destruir nuestra cultura occidental y cristiana favoreciendo la implantación del Islam, religión que trata a la mujer de manera distinta a lo que las feministas, bien alimentadas por este gobierno, dicen defender.
Pienso que es hora de llamar a las cosas por su nombre. En España necesitamos, entre otras muchas cosas, fomentar la natalidad. La inmigración nos está apartando de nuestro país y lógicamente de nuestra cultura. Existen municipios en España en los que la nacionalidad española ocupa el tercer lugar. Es un grave problema. La mujer española piensa que la concepción del ser humano es cuestión de otras y que ellas tienen el derecho de no engendrar o de abortar.