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La profesión de nuestras vidas

Es del genero cebolleta hablar de nuestras profesiones a la hora de buscarse un curro en la España de Tarasca y bicicleta, beata del Cordobés y Santa Rita; había que apuntar con suerte a la Olivetti y la ventanilla de un banco, antes de que el andamio y la bandeja cargada de cafelitos, te llevaran a Alemania a probar fortuna. 

Hoy que te encuentras una Universidad y a un parao en cualquier esquina de tu barrio, sin que sacarse un título tenga otro beneficio que anunciarse en los créditos de los EREs; me ha motivado la lectura de una encuesta en la planicie del orbe, sobre las profesiones más deseadas para conseguir un empleo en el cenagal de Google, hecha por una tal Remitly que debe tener garantía de probidad en eso de las colocaciones. 

Nuestro Parque Tecnológico, la astronomía de los datos del turisteo y la Red, no del pescador, me habían hecho especular, con que la palma se la llevarían los oficios de la ingeniería de telecomunicación, los servidores de todo tipo de posadas y algunos pillos de influencers que manejan la fama sin cardar la lana. Aunque un trabajo en los años que vivimos puede durar menos que un charco en la sequía, el ranking de tareas demandadas, hecha el anzuelo en los que puedan pilotar por las nubes; ponerle una demanda a la pareja de Ayuso; darle el alto a los revueltos de la tribu; cortar cual Doña Hilariona con el cúter el coñazo del resguardo de mis cajas de medicamentos y la que me ponía el termómetro en el hospital antes del pulso. 

Es decir, ser piloto, abogado, policía, farmacéutica y enfermera son las especialidades más buscadas por el mercado global, dejando a los youtubers, famosillos, typewitter y community  manager para el sueño de la Inteligencia Artificial.

Curro Flores

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