A añicos el retrovisor de Alzheimer, mi ángel de guardia permanente; un picoleto destricorniado me hace el alto, pero era tan bocazas el aliento a cafelati que me largo a la aventura sin hacerme pegar el soplo delator. Al menos algo que contar en las festividades, porque mi caudal de análisis sesudos de la política, hace años que me lo prohíbo ante más de un comensal y dejo el oleaje a los activos campales, para ver si por fin ganan una Justa local, porque la nacional con ser triunfal va de pecado mortal, con penitencia inhabilitante, al menos para los corifantes de derechas.
Después de subrayar tantos textos marcianos de izquierda, apruebo su abandono, porque mi sentido de clase venía acunado y para adquirir conciencia basta fijarse un poquito de porqué te vienen las guantas. Siguiendo tantas cuitas de perder, criado a lazo en el nacional-catolicismo, se han vuelto luminosas sus telarañas embauladas y abulto el sobaco con el Ripalda, un tratado de Moral Católica y el releído del Vaticano de viraje; he añadido el nuevo Catecismo, la Biblia de las letras gordas; es flechazo al libro, para que el espejito destrozado no dé por ciertas mis genuflexiones a cocola libre.
Los de Aránzazu o Ainhoa, tan allright como los de Montserrat, no ven alternativa en un enlace con la Almudena o el Apóstol, porque los incrédulos votantes no le han dado cuerda a la derecha, todo dicho y en pañales, navegamos en un gobierno con la mácula original en la chepa y de pecado mortal todo lo que toca, aunque a legislar no hay quién le gane, su pecado de omisión para gobernar es de nacencia, acaso a alguien se le llame rojo sin estar condenado a los avernos y el azul inmaculado por más faltusco pertenece al venialato de su indecencia. Ayuso, noviete, Mar, la zaga Feijoó, Rato y el dios togado, con el Rosario de la Aurora tienen indulgencia plenaria periodística; encima el Baltasar nos traerá carbón en desuso, por eso la cruz es de izquierda y la Resurrección el mito de los otros.