Inicio Opinión

La paz muerta

La paz, así como la democracia, han sido dos valores que hemos dado casi por descontado adheridos a nuestra civilización con una arrogancia que estamos pagando muy caro, segundo por segundo.

Nos falta memoria. Yo pertenezco a la Generación X, casi todos los que formamos parte de  esta generación tenemos en nuestra familia a un abuelo o abuela que vivió en tiempos de guerra. Sobre todo si es europeo. 

Ese pasado padeció una serie de precariedades y una posguerra muy dura que las generaciones actuales ignoran sumergidas en la batahola de las redes sociales y en la vanidad abyecta de los  likes. 

A veces me preguntó: ¿Qué será de nosotros si Putin consuma todas sus amenazas? ¿Qué será de Europa si viene otra gran guerra y nadie dispara con buen tino un arma o acaso sabe lanzar una granada sin que se vuele el brazo?

En los últimos meses, los servicios de inteligencia de una serie de países de Europa del Este, los Bálticos y también de los países nórdicos vienen alertando de que Putin, después de Ucrania, llevará a cabo una guerra contra Europa porque invadirá a los Bálticos y no estará Estados Unidos para respaldar a los europeos. 

En realidad, Estados Unidos siempre pone soldados cuando le interesa. Durante la Segunda Guerra Mundial, el entonces primer ministro, Winston Churchill, solía hablar de dos a tres veces al día con  el presidente estadounidense, Franklin Delano Roosevelt, para comentarle el avance de las tropas de Hitler. 

Tras perder varios aviones británicos, Churchill  pidió a su homólogo norteamericano que le vendiese aviones militares pero Roosevelt  se resistía temeroso de que Hitler acusase a Estados Unidos de participar en la guerra.  

En una de esas llamadas, Churchill le advirtió a Roosevelt que sin esos aviones, Londres caería y si Reino Unido lo hacía entonces toda Europa quedaría en manos de los nazis y eso solo significaría que la economía norteamericana no podria expandirse  y crecer hacia Europa. La pobreza de Europa también significaría la pobreza de los norteamericanos. 

Después de mucho pensarlo, Roosevelt terminó  vendiéndoles los bombarderos que fueron entregados en Canadá para que Hitler  no pusiera a Estados Unidos en el mapa de su  ambición. Aunque los japonese ya lo habían hecho. 

A todo esto es muy probable que Trump deje sola a Europa ante la amenaza de Putin. Y no nos equivoquemos, no son amigos, ni son compinches. Putin es el macho alfa de la obsesión de Trump que lleva persiguiendo la amistad del dictador ruso desde 2013 cuando era presidente de Miss Universo. 
En aquella ocasión, 9 de noviembre de 2013, en el Crocus City Hall se llevó a cabo dicho concurso de belleza. Trump entonces declaró que Putin era su ídolo, que era la personalidad política viva que más admiraba y que deseaba cononocerlo en persona. “Quiero que seamos amigos”, dijo.

Putin no fue a conocerlo pero a cambio Trump recibió de regalo cinco bellísima chicas rusas en su habitación del hotel. Chicas menores de edad y él lo ignoraba. De lo que pasó aquella noche, las cintas las tiene Putin.

Ni Putin se imaginaba que Trump sería presidente y mucho menos que volvería otra vez a la Casa Blanca.  El magnate norteamericano pretende jugar a ser el moderno Nevill Chamberlain y caerá en la trampa del lobo ruso (va a repetirse la Historia pero esta vez no con Hitler sino con Putin) por eso los servicios de inteligencia advierten que después de Ucrania, seguirán otros países europeos y la guerra será otra vez inevitable. Antes de 2030, Europa estará peleando contra Rusia y su coalición de países aliados como Corea del Norte. 


A COLACIÓN

En la mayoría de los países europeos no hay servicio militar. La juventud está más pendiente de Tik Tok y de hacer vídeos para su Instragram y poco le importa lo que pasa en Ucrania o en Siria o la Franja de Gaza. Eso les queda muy lejos. 

Viven su democracia y su paz. Esa que les permite ir todos los días a la escuela o a su trabajo sin ser acribillados por un ejército enemigo y volver a casa y dormir tranquilos bajo el silencio de la noche y no bajo una batería de misiles.

Creen que la paz, la libertad y la democracia son inalienables a su existencia. Como si fuese respirar. Quizá no sepan siquiera el significado real de cada una, ni el reguero de sangre y dolor, que hay detrás generacionalmente hablando para que ellos puedan dormir tranquilos en su cama caliente. 

Más pronto que tarde  deberán despertarse de ese espejismo y saber que tendrán que luchar con uñas y dientes y hasta con su vida misma para evitar  que un loco mesiánico, como Putin, convierta su país en un subordinado. 

Claudia Luna Palencia

Ir ARRIBA