Mi estimado José Seguí acaba de desvincularse del proyecto de la Mole portuaria catarí, la que ganó en un proceso de concurrencia promovido por sus gestores. Soy de los que vienen negando el enorme disparate del Mamotreto desde primer conocimiento, he seguido la polémica, acciones y manifestaciones de los detractores del Hotel catarí y el sibilino empecinamiento en defenderlo de don Francisco de la Torre, la llamada “autoridad portuaria” y la claque catarina local.
Como conozco a Pepe Seguí como uno de la tripleta de nuestro primer Plan General, premio nacional de Urbanismo; tuvimos estrecha relación por las obras que dirigió para la restauración del Teatro Municipal Miguel de Cervantes; me invitó a extasiarme con él por su trabajo excepcional como restaurador de la Alhambra y del Hotel Miramar. A veces pensaba que su imaginación le daba vuelos cartesianos a su lápiz a velocidad cósmica. Al arreciar la polémica leí los artículos de los otros dos compañeros de nuestro PGOU, Damián Quero tachando al proyecto como de un enorme “pene” y Salvador Moreno llamándole “artilugio”.
En la intimidad pude imaginar momentos de zozobras y distancias entre aquellos mosqueteros, en “un todos contra uno y viceversa”. Como sé del buen “portaminas” y criterio de aquellos de nuestro primer maná arquitectónico que, nos mostraron a la primera Corporación democrática como recoser la deshilvanada Ciudad del Paraíso, primera víctima nacional de la construcción por el desarrollismo franquista, sus diferencias en este tema no me resultaron baladí. Muchas veces hemos tratado de crear en la Casona del Parque una comisión de estética que evitara desaguisados y ayudara a crear la mejor Arquitectura, éxito cero, a la vista está el horroroso pasado y las licencias pretensiosas de Babel turístico De la Torre.
La profesión de los “masones de lujo” dio para buena escuela, pero a tanto el metro cuadrado da para que la barriga del arquitecto proyecte enjambres de boñigas. Seguí seguro ha aprendido lo de –“Catarí que te vi”.