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Para el arrastre

El puente de tantas cosas, tan creídas como incrédulas, ha abarrotado el territorio de los boquerones del Sur de Europa y hasta la inmensidad de los pisos turísticos, cuatro días de veraneo buscando como gatos los platos de pescaitos y un desfile de camareros con bandejas de chiringuitos lujosos rebosando la rica fritanga, los olores de espetos y cerveza Victoria, malagueña y exquisita, después de su interregno de –francachela-. 

La verdad es que ser testigo de tanto agobio del consumismo, da para solidarizarse con los meseros de la hostelería, al borde de padecer en la bulla “la puré” (descontrol de los sentidos), en castellano del rebalaje malaguita. 

Como los jubis gozamos de puente y mellas permanentes, mi desplazamiento al invento del café creo la primera taza, rebosada de noticias, al menos la Ángels nos recita que en el estudio de medios mi emisora cuenta más orejas; pero la plana de las intranquilidades permanente me las enmienda Planas, -los patronos y pescadores de arrastre en huelga-, por la reducción que pretende la Comisión de la UE, de un 79 por ciento sus faenas anuales, es decir,  de 130 días permitidos en 2024, se queda la flota varada excepto 27 días de pesca al año; una ruina para pasarla cantando con Jorge Sepúlveda “Mirando al Mar”, la bóveda de la luz crepuscular o aburrirse con Otis Redding Sentado en el Muelle de la Bahía, me paso de Pescador de Coplas, para lo que recurro a mi paisano de las playas de Huelin Antonio Molina; para remediar la infamia de reducir nuestra flota a una cañita de pescar y una red de cazar mariposas.

El sentido de preservación ecológica de la medida, ni tiene parangón, ni está científicamente justificado, salvo que los chanquetes y tiburones chinos pretendan que nos invadan, eso sí con morrones murcianos aliñados. Ser boquerón es ser de aquí  o donde te mande Paco de la Torre a buscarte un piso, pero las redes políticas europeas apestan para quitarnos nuestro tufo a pescaito.

 

Curro Flores

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