Hace unos días, el periódico ABC, tituló que “la DANA suspende clases este martes 29 de octubre en la Universidad de Valencia y en colegios de varios municipios, cierra el puerto y corta trenes”. Y, refería además que municipios como Elche, Crevillent, Santa Pola, Sueca, Enguera y Nàquera también tomaron medidas de suspensión de clases por los avisos de fuertes lluvias y vientos. La tragedia no pudo evitarse.
No, en la Comunidad Valenciana, ni en Málaga o en Castilla La Mancha. La peor parte, en la que hay más muertos, está al interior de la Comunidad Valenciana en Torrent, Paiporta, Chiva, Cheste, Utiel, Requena y Aldaia.
Como en cada tragedia siempre se conjuga el infortunio con la estupidez y también con la negligencia porque ninguna autoridad sabe nunca qué hacer y, sobre todo, cómo reaccionar con rapidez; primero, para salvar a la gente afectada; y, después, para ayudarla a reconstruir su vida.
El griterío que recibió en Paiporta a la comitiva oficial de los reyes, Felipe VI y Letizia (a uno de sus escoltas le abrieron la cabeza con una pedrada); al presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez (le aventaron varios palos uno lo alcanzó en la espalda, el ministro del Interior, ha confirmado que hubo una agresión leve contra el presidente) y a Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, ejemplifica el escenario de tirantez que se vive en España. Una rispidez en la que Sánchez no disimula que detesta al Rey Felipe VI mientras ambos, monarcas, no soportan a Sánchez que se ha empeñado durante su gobierno en boicotear a los demás. Mazón que pertenece al Partido Popular no ha sabido gestionar, ni la ayuda para salvar las vidas humanas, ni el posterior auxilio, para reconfortar a todos los damnificados de esta gota fría.
Han tardado cinco días en reaccionar evidenciando lo que todos sabemos: el rey Felipe VI dice blanco; el presidente Sánchez, negro mientras es el propio Sánchez el que está más dedicado en hacer quedar a los demás (que no son de su equipo) como unos negligentes. Las víctimas son miles de damnificados.
Son víctimas de la ineficacia y debería castigarse con cárcel que, políticos que toman decisiones tan relevantes como levantar el teléfono y enviar helicópteros y aviones con militares preparados para estas emergencias, no lo hagan, por el simple hecho de entorpecer un gobierno regional que no lleva sus siglas.
La gente en Paiporta ha tenido toda la razón de lanzarles lodo, piedras y palos y hasta patear el coche del presidente Sánchez con esa comitiva que llega seis días después para conocer la tragedia de primera mano. Fue fango para el fango, esa rabia y ese desconsuelo, muy difícilmente serán olvidados.
A COLACIÓN
Los últimos datos preliminares arrojan 218 fallecidos y se busca a 89 personas desaparecidas (ya no son 2 mil 500); hay, además, un centenar de carreteras destrozadas; puentes arrasados por la fuerza del agua; vías de tren inservibles y se estiman en diez mil los automóviles destruidos. A ello se añaden muchas edificaciones, viviendas, locales, sembradíos y fábricas afectadas.
Mientras el daño económico es inconmensurable, cada vida perdida nos recuerda la enorme fragilidad del ser humano ante los fenómenos naturales y el cambio climático los exacerba lamentablemente.
Yo estoy convencida que tras esta inmensa tragedia (en la que deberán rodar cabezas) se cambiará el sistema de alertas y la población en España seremos más responsables para reaccionar con toda la prudencia ante un aviso de fuertes lluvias y de un clima adverso. Y, los empresarios, deberán permitir que sus trabajadores permanezcan en casa.
Pero esa prudencia no servirá de nada si el gobierno no modifica también sus protocolos de actuación ante los desastres. No puede ser que los propios ciudadanos con sus medios al alcance y su espíritu de solidaridad sean los primeros en actuar… en salvarse a sí mismos. Para eso está el Estado con sus instituciones.
La sensación de sentirse defraudados y abandonados que tienen miles de ciudadanos afectados y también desesperados por saber qué ha sido de sus familiares desaparecidos, mina la fuerza del Estado y de sus instituciones.
La desorganización ha sido absolutamente patente hasta en la identificación de los cadáveres. Han pasado ya varios días y a las personas que buscan arrebatadas de dolor a sus seres queridos no les permiten acceder a identificar los cuerpos; en Valencia, les han dicho que se vayan a sus casas a esperar una llamada. Esta tragedia, desde el minuto uno, ha sido gestionada con muy poca delicadeza y premura; los políticos en el poder están más ocupados en echarse lodo unos a otros… ese lodo que la gente de Paiporta se ha encargado de aventarles en la cara.