De las raíces de Podemos, su planta de imberbe pillo es la que más ha durado, eso sí, cambiando de macetas ha lucido como un aditamento de una marca de izquierdas.
En su comunicado de despedida final, ha dado la razón a la periodista Cristina Fallarás que, no erró en señalar que restaba a Sumar un Don Iñigo que a fuer de personaje, era un abusón con las mujeres como persona. Su Ilustrísima que lleva sorteando diez añitos de atropellos privados, como es obvio ha dejado un sabroso postre, para Sumar y aumentar el sustraendo de los Más o menos Madrid.
La verdad es que desde el nacimiento de la cofradía de Galapagar, el ímpetu de su brote tuvo días de gloria como llamado frente anticastizo, pero se fue desvertebrando al soplo interior de los vientos de los pioneros. El ser de un partido centenario, sujeto a trasfusiones periódicas, nos aquilata la idea que pervivir en la Historia es más difícil que ser una lucida flor de temporada.
De todos los peros y peroratas que está dando de sí la noticia, como siempre los que tiran la roca más gorda, son los que no están libre en su interior de poder tirar la primera piedra; pero la condición humana se mal gasta por ridícula; “Soy Nevenca”, éxito en la cartelera popular. Iglesias, el Manuel, sobrado de cristalillos, aprovecha el cartel para reprochar la machada y dar estopa a todos los cuartelillos que crecieron a su sombra. De aquella imagen niñata de su gobierno en la sombra, don Pablo solo guarda dos ochavos en su Monedero y un cajón de “letra menúa” de su devocionario marxista leninista (pensamiento-Sandokan).
Conseguir en sus diez años en la política, un nombre y un respeto como Iñigo Errejón, es tarea tremendamente difícil con la corriente que corre de amor a los zampabollos, ciertamente es un castigo perder un activo de apariencia eficaz y comprometida.