El crecimiento exponencial de las viviendas turísticas en Málaga, ha pasado del negociete de algún espabilado, al abuso en un tris de levedad galáctica. Los vecinos del Centro Histórico lanzaron las alarmas primigenias, ante una autoridad municipal corta de miras y virtud, ni caso; pero este verano la Torre de Martiricos de reciente abolengo, ha empezado a disparar blasfemias, como de “posá” perchelera, entre los nuevos residentes y los de paso, por las incívicas maneras de los de “si te vi, no me acuerdo”.
Inmediatamente las columnas se han hecho eco de las trifulcas, llegando un propietario de una vivienda turística de la martirizada Torre, de acusarnos a la parroquia local de turismofóbicos; a los duendes del Diario Sur, se le escapó que el modesto señor, don Juan Cubo con su pisito, aparecería en las galeradas del día siguiente, como el sustituto en la presidencia de la Asociación de Profesional de Viviendas Turísticas de Andalucía, reemplazado al sufrido Pérez Lanzac.
El señor Cubo, empresario de Alhaurín (el Disminuido) de viviendas posaderas, puede considerarse en su aparición más reciente una “mala fe de errata” para confundir e incendiar el paisanaje confuso. Quizá en su pueblo, aunque siempre me trataron a pedir de boca, no tengan en su escudo la ganada historia de “Muy hospitalaria”, como para argumentar la falsedad de rechazo al extranjero que hace el grande alhaurino; el malagueño de “nativitati” está acostumbrado a emborrizarse con los visitantes, pero muy ligero es aceptar el continuo aliento en el cogote, para echarte del municipio, trajinado por los neo Cubos que dudan de mantener los Centros Históricos de Andalucía, para convertirlos en sus feudos trau-temáticos.
En fin, para peor gloria, don Francisco de la Torre, político más que histórico; vio ganancia de trile, para producir más que la actual jactancia de los malagueños a su política de consentimiento historiada y sin control de las viviendas turísticas.