En algunas reuniones en las que los teléfonos móviles dejan de tener protagonismo y en las que se vuelve a la charla sosegada de personas cara a cara y en la que se respeta al que está en el grupo y no a quien te envía un whatsApp la preocupación de la situación actual se hace latente.
La progresía nos ha conducido a una sociedad liquida y relativista en la que todo vale. Una sociedad en la que la crispación es constante y en la que no hay norma que se respete hasta que el caos provocado por el relativismo y la licuación haga necesaria la implantación de un pensamiento único en el que todos vayamos a unisono de los dictados del régimen dictatorial.
Vivimos en una situación en la que las verdades y los principios son subjetivos. Nos han acostumbrado que una misma situación puede ser del color del cristal de las intenciones de quien las analice. Pongo un ejemplo muy sencillo y que los que vivimos en ciudades, que ademas tienen carril bici, sufrimos constantemente.
El primer ejemplo es el del cumplimiento de las indicaciones de los semáforos para peatones, bicicleta y patinetes. Sencillamente no se respetan. Si no viene un coche se cruza mirando hacia un lado y otro. No cumplimos el tiempo establecido de espera para que el indicador se ponga en verde. Esté en verde o en rojo cruzamos.
El segundo es el uso que los bicicleteros, que no ciclistas, hacen de las aceras como si de carril bici se tratara en perjuicio de la seguridad de peatones adultos, niños y carritos de bebe.
Tanto en el primer ejemplo como en el segundo llamar la atención a quien incumple las normas de trafico y de movilidad por parte del ciudadano no respetado puede llevar a un enfrentamiento dialéctico, en el mejor de los casos, y físico en el peor. Siempre siendo el agresor el que infringe la norma y que arguye palabrejas sin sentido para justificar lo que no es justificable: incumplir lo que está establecido para una mejor convivencia.
Esta sensación de sociedad liquida en la que se deja de dar prioridad a la objetividad en el proceso de la formación de la opinión pública, se esta implantando ideologías subjetivistas que dan paso a grupos de tribus que quieren imponer su subjetividad sobre las de otras tribus.
Esta tendencia a la formación social subjetivista conduce a la polarización social.
El ciudadano no sabe a que atenerse y son las tribus las que tratan de apartarlo si consideran que no pertenecen a su subjetivización ideológica.
Es así como se siente un ciudadano de a pie frente a una minoría que le avasalla con todos sus actos que van desde no respetar el muñeco verde de los semáforos, apropiarse de las aceras con bicicletas y patinetes de todo tipo hasta ver como el presidente de la nación se vende a los que atropellan a la mayoría de los ciudadanos.