Y vendrá mi amiga Consuelo con su guiño de fragancia en su penca repleta, la noche futbolera ha disparado alegrías, pero su callejeo street le tiene su bolsa en quiebra, lo que se vendió ayer noche fueron los Lamines de color, mientras los jazmines espantaron mosqueos de turistas y no dieron ni para la vuelta.
En el minuto ocho, la noche pintaba a dos de Mayo, pero la desesperanza cogió el abrigo del genio y Yamal suplió con creces antaña heroicidades de Agustina de Aragón, Marcelino e Iniesta por la escuadra gala.
Entre el gol franchute a la sacrosanta inspiración de los cinco minutos de diamantes de la selección española, tuve el mal tiempo de irritarme con Abascal, que persigue a los MENAS, haciendo gala de su “pena gris facha”; ya el padre de Lamine se enfrentó a las bravas con sus voxeros, porque colocaron su carpa y sus insultos, junto a un colegio multirracial de Mataró.
Anoche obró en su esencia, la profecía del “Sabio de Hortaleza”, el entrenador Luis Aragonés, al referir de que nuestros equipos adquirirían más fortaleza y gambeteo, cuando las avenidas de inmigrantes africanos tomaran solidez en nuestra selección natural del censo; al tener Williams con chapela, Yamals con barretina, y Fatis con gorra campera. María y Feliz Williams, huyeron de los castillos de esclavos de Ghana, cruzando el Sahara, saltaron la valla de Melilla y detenidos por la Benemérita; sus Iñaki y Nico son orgullos en español y euskera del chupinazo encastado a los leones de San Mamés: la abuela marroquí de Lamine, crió a su prole en Madrid y Cataluña, blandiendo la legalidad de sus papeles como mora estajanovista.
Al padre de Ansu Fati, sin papeles, procedente de Guinea Bissau, lo amparó el alcalde Gordillo de la sin par Marinaleda, hasta buscarle hueco al niño para que pegar los pelotazos en la Masía. Es una MENA la suerte, porque para defender nuestro escudo resulta que el color no afecta.