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Punto y coma

Me contaba en las tardecitas de Junio, mi inolvidable Rafael Pérez Estrada, que de la ciencia de escritor, la asignatura más difícil era la de los signos de puntuación que, a fuer de machacar en su despacho recursos maniáticos, pasó a sorprenderse con la lluvia de acentos, puntos y comas que buscaban un asiento en la cuartilla para ordenar su ingenio literario.

Para mí sagrado misterio, al igual que el qué-que, por más que lea el diccionario de la duda de la Real, me siento ofendido de insulto docto por mandar el que a la ester-cólera. Sin punto ni coma, después de tragarnos el melonazo del primer tiempo de los otomanos, jugando contra los  medio africanos vieneses, me sacudió el telediario junto a mi amigo Octavio Calleya,  en  versión telegráfica, con cosas de los galos de meter miedo, más parchuletes y el gran churrete de ver salir de la trena a don Miguel Ángel Serrano, exdirector de la Agencia IDEA, absuelto de su condena por los ERE.

Inmediatamente nos surgió la conversa, con la pregunta del millón: -¿Cómo se restituye a los ERIDOS, su tiempo en la cárcel, su fama…? Más rápido  surgió la faena de aliño, división de opiniones del tendido; porque la del Conde de  Montecristo, sabiendo que en la isla de Perejil no hay planos del tesoro, ni nadie vende el cupón de la ONCE de vendetta, la cosa no da para tirarle el carrito a la cara a la jueza Alaya.

Suspendido a los puntos, el gran turco se alzó con la victoria, con una lluvia vaticana; pasamos a citarnos el viernes, para machacar a los teutones de arios postizos, y saber si es de certeza que los ríos de bits que han corrido sobre el juez Pineda, puede la autoridad competente revelarnos, a los del mosquito mosqueando en la oreja siestera, si ha utilizado dos DNI para inscribir sus propiedades a su nombre, la ganancial es la misma.

 

Curro Flores

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