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El cuerpo y el alma

El equilibrio entre el cuerpo y el alma es la demostración de la madurez individual y cuando dicha madurez individual se extiende a la sociedad, es entonces cuando el tan cacareado estado del bienestar social tiene una base solida en la que apoyarse.

El alma es la esencia del ser humano, no el cuerpo. El alma fortalece el cuerpo. Con esto no pretendo hacer creer que el alma sustituye a las sesiones de gimnasios en las que se endurecen los músculos con los que el individuo aparenta estar en forma. Aparenta estar bien para los demás pero no deja de ser un aspecto individual. La única manera con la que el individuo puede ejercer influencia en nuestra sociedad es mediante su alma. El alma determina los aspectos más importantes que desarrollar en el ser humano y su influencia en la sociedad, pudiéndose hablar de dos manifestaciones esenciales que se pueden agrupar en las maquiavélicas y las utopicas. 

Las primeras, basadas en los principios de Maquiavelo, ensalzaran la individualidad y realizaran una influencia negativa en la sociedad con la única finalidad de someterla al principio del gobernante, frente a los intereses del bien social. 

Las mentiras, las falsedades y la manipulación de los elementos sociales necesarios para el fin de consecución del poder constituyen el centro del interés del gobernante. Maquiavelo afirmaba que la política no tiene relación con la moral. 

Las segundas, se tendrían que apoyar en las teorías de  Tomas de Moro y que se desarrollan en su obra Utopía.  Cabe destacar en este sentido que a sensu contrario de Maquiavelo Tomas Moro opinaba que el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral. 

Dos formas distintas de dirigir una sociedad y cuyas consecuencias serian completamente diferente, aunque hoy solo conozcamos la primera de ellas: la maquiavélica.

Es probable que si pudiésemos aplicar los principios de Utopía nuestra sociedad fuera diferente de la actual. Pues una sociedad humanizada por el trabajo dirigido a procurar el bienestar social y  en la que no existiese el dinero ni la propiedad privada, es decir en la que desapareciera  la avaricia, sería una sociedad en la que los valores espirituales primarían sobre los materiales. En el intento de cambiar nuestra sociedad para alcanzar la excelencia de la obra Utopía nos daríamos cuenta que el esfuerzo es necesario, y quizás sea esa la razón por la que nadie intenta nada. El esfuerzo ha desaparecido como medio de mejorar la vida.

 

Fernando Guerrero

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