Inicio Opinión

Los curiosos amigos latinoamericanos de Vladímir Putin

Ventana americana

Al cumplirse un año de la invasión rusa a Ucrania y cuando la “Operación especial” que Putin anunció dando a entender que sería un paseo  triunfal hasta Kiev amenaza con convertirse en otro Afganistán para desdicha del nuevo “Zar de todas las Rusias”, en Latinoamérica algunos (muy pocos) mandatarios siguen mostrando su apoyo a Moscú, que aunque no incidirá en nada dentro del acontecer de dicho conflicto sí deja muy mal paradas a sus respectivas naciones.

En efecto, el día 20 de febrero del pasado año 2021 el Kremlin ordenó a su ejército traspasar la frontera y atacar a la vecina Ucrania con el fin de colocar allí un gobierno títere afín a los intereses de “Vladímir, el Terrible”. El presidente vitalicio les aseguró a los rusos que se trataba de un acto en defensa de su país y en contra del nazismo, aunque el agresor alevoso era realmente la Federación rusa; lo cual equivaldría a que el matón del colegio buscase justificar sus abusos en el patio del recreo argumentando que la culpa de las palizas que propina la tienen sus débiles víctimas.

La mayoría de los gobiernos legítimamente elegidos de Iberoamérica condenaron ipso facto dicha agresión, lo mismo que hizo la mayor parte de la comunidad internacional, con excepción de tres países cuyos mandatarios han asumido el papel de adláteres ideológicos del antiguo espía del servicio de inteligencia soviético KGB, reconvertido ahora en un autoritario patriota ortodoxo decidido a recuperar la grandeza de su Madre Patria.

Los “tres amigos”

En primer lugar, y como era de esperarse, tenemos a la Cuba de Miguel Díaz-Canel. Aunque La Habana sufrió despechada durante muchos años el abandono soviético después de que la Perestroika de Gorbachov  dejase sola a la isla ante el asfixiante bloqueo estadounidense, su relación con los “bolos” (como llaman en la isla caribeña a los rusos) nunca se acabó totalmente.

De hecho, una gran parte de los turistas extranjeros que veranean durante todo el año en la habanera playa de Santa María del Mar son rusos. Y aunque el politburó cubano en el fondo sabe que Vladimir Putin no es el Leonid Brézhnev que intentó darle un cariñoso beso eslavo a Fidel Castro, sus dirigentes aseguran a quienes les quieren escuchar que se trata de un legítimo acto de defensa ante la amenaza de la OTAN contra Rusia.

En noviembre de 2022, Díaz-Canel visitó la capital rusa para inaugurar una estatua del comandante Fidel. Y mientras Putin afirmaba que seguiría trabajando con Cuba para “defender los grandes valores de igualdad, la equidad y la justicia”, su homólogo cubano trataba de convencerlo para que aumentasen las inversiones rusas en el estado insular. Mal momento para ello, pues la “guerra relámpago” que los generales del antiguo Ejército Rojo le vendieron a su líder se ha convertido en una larga contienda de trincheras, sin novedad en el frente, que requiere para sus sostenimiento de una cantidad inmensa de recursos de la economía de la Federación.

Otro de los aliados de papel de Rusia es Nicaragua, gobernada por el “Yo Supremo” Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, una extraña y peligrosa pareja de la cual ya hemos hablado aquí en un artículo anterior. No contentos con perpetuarse en el poder por la vía del terror y eliminar a toda la oposición del país centroamericano, incluidos sus antiguos compañeros del Movimiento Sandinista que derrocó al dictador Anastasio Somoza, los Ortega Murillo ven en Putin a la figura que ellos quisiesen llegar a ser si ellos tuviesen los recursos de Rusia y su arsenal nuclear.

El gobierno de facto de Managua fue de los primeros en abrir un consulado en la Península de Crimea cuando Rusia se la anexó unilateral y militarmente arrebatándosela a Ucrania. Y también es de los pocos que ha reconocido la independencia de  las regiones prorrusas ucranianas de Donetsk y Lugansk.

Finalmente, nos encontramos con la Venezuela de Nicolás Maduro, cuyo petróleo nunca será comprado por Rusia, a quien le sobran a mansalva los barriles de hidrocarburo, pero a quien Putin no duda en otorgar el título de “aliado estratégico en la región”. El presidente Maduro fue de los primeros (y poquísimos) mandatarios internacionales en llamar a su homólogo (nunca mejor dicho) ruso para manifestarle su apoyo (otra cosa no podía ofrecerle) para la “desnazificación y desmilitarización de Ucrania” (curiosa denominación para una invasión que ha pisoteado todas las normas del Derecho Internacional Humanitario, perpetrando un sinnúmero de crímenes contra la humanidad).

Los apoyos de Díaz-Canel, Ortega y Maduro son “brindis al sol” que en nada influyen sobre la geopolítica mundial”, y que solo provocan amargas sonrisas entre sus connacionales, quienes ven en esto otra maniobra de distracción para desviar la atención de los graves problemas que afrontan internamente.

Luis Gabriel David

Profesor y periodista

Ir ARRIBA