Eran casi las dos, día sin calima, sin lluvia. Con los rayos de sol, entraban en escena, lentos, a la terraza del Huesca, ahora más centrado; nueve jubilados, dos mujeres y siete abuelos, incognitos confundibles, sin las corbatas de oficio, ni medallas que los distinguieran. Manolo Ramírez, tonel de nostalgia, nos había convocado, a los que pudo y a los que no pudieron, antes lo hacía nuestro Alcalde eterno.
Eran parte de la tropa de Pedro Aparicio, concejales de la primera Corporación democrática de 1979, alguno del 83. Pilar Oriente la primera mujer de nuestra novata lista, la que vivió la Torremolinos preautonómica, la del Pueblo y el Porti, al posfranquismo. Con sus chiringuitos anclados y revueltos, pero al fin logró hacer su ansiado Paseo Marítimo de Pedregalejo; Asunción un totus revolutus, de Bienestar social a Urbanismo, para limpiarnos el Medio ambiente y los montones de basura, mientras lo contaba sin parar a los transistores.
Ellos: Jacinto, quién convirtió los antiguos "Perrillas", en la moderna Policía Municipal de la democracia constitucional; Paco el de las perras, pocas, siempre las daba a regañadientes, recordamos; por sus manos, el actual Puente de la Rosaleda, la Avenida de Europa, aquel carril inmundo, y el flamante cementerio de San Gabriel. El Salas, Manolo, quién ordenó las obsoletas estructuras municipales, en los cuadritos y flechitas de una empresa moderna, cambiando el boli por los ordenatas. El Jerez, Juanito, viviendas por doquier y aparcamientos, con sus listas interminables de necesitados de un pisito por su creado Instituto Municipal de la Vivienda. Juan Gutíerrez, ahora canoso, el mayor de los viejales, aquel aguerrido defensor de Churriana, quién quería cambiarle hasta el nombre al Aeropuerto por el de "Churri". Manolo, el convocante, quién puso más tuberías, redes de agua y asfalto que nadie en la historia, en la necesitada Ciudad del Paraíso, con sus populosas barriadas embarradas, oliendo a cañería.
Obviamente, estaba yo, el que duró los 16 años con Aparicio de alcalde, está feísimo, que cuente lo que hice; pasé de concejal de Humillantes, así rezaba en la cartela que nos dejaron los de Franco, en los Servicios Sociales, al concejal más pesado de Cultura y aledaños, trienios.
Varias horas mascullando recuerdos imborrables, de gente comprometida con su ciudad y sus ideas hasta el tuétano, honestas a carta cabal, con agendas sin huecos y vecinos cara a cara. Los que se encontraron el solar más maltratado por el desarrollismo, y aprobaron un Plan General de Urbanismo revolucionario, premio nacional de Arquitectura. Alguna muela postiza demolía, mientras Manolo, nos repartía, una carpetilla roja, con un resumen hecho por Pedro, de la gestión socialista en el Ayuntamiento de Málaga durante 16 años.
Intercambio de móviles, besos y abrazos, cada mochuelo a su mesa de camilla. Mal, pero tenemos quién les escriba.
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