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Los tsunamis de Sacaba Beach

Donde Cristo dio las tres voces, allá por los desiertos de la Misericordia, dónde los niños se bañaban en la piscina de aguas cuasi termales, es decir, industriales de la Térmica, y como su propio nombre indica, acababa la playa, en malagueño Sacaba Beach. Al urbanizador del chiringuito, varios bloques que desafiaban con su desaire la naturaleza, el orden urbanístico del franquismo, el demanio y el demonio público, viva Costas, se le ocurrió bautizarlos con sorna de aires turísticos de los sesenta.

Aquellos alejados apartamentos del very good fandango, eran los viveros de los romances con las suecas, comúnmente llamados por los nuevos lugareños guiris. Muchas noches de gloria de aquel turismo gran invento. Siempre me llamó la atención el nombre Sacaba Beach, porque me parecía provocado por la música de una serie televisiva Surfside6 in Miami Beach, protagonizada por el guaperas de los sesenta, en blanco y negro, Troy Donahue. Antiguallas borradas por el tiempo y las olas.

El domingo Sacaba Beach sacó el carnet de reina por un día, ahora que no es tan Sacaba, ya que siempre hay un metro más allá de playa, dónde poner la hamaca, la sombrilla y enterrar la sandía el vecindario. Dos olas tsunaiminadas provocadas por el catamarán Millenium 2, provocaron el desastre en el rebalaje de Sacaba, tumbando tumbonas y otros enseres playeros, mojando toallas y revolcando niños y domingas a placer, demasiado peligro para que no pasara el suceso de dejar un móvil sin nada que contar.

Estábamos pendiente del referéndum griego, de la pataleta de Bárcenas, de la bajada de los sueldos de los gerentes y directores del ayuntamiento, del berrinche de Argentina ante la selección chilena de fútbol, de una encuestilla, de los escarceos amorosos de Mario Vargas Llosa (preocupación añadida porque todavía no sabe el paparazzi si vendrá a Marbella para la cura de adelgazamiento), es decir, cosillas de tres al cuarto, naderías, y algunas de cotilla degenerativo de hogar de jubilado.

Y de pronto veo la luz ante tanto estío informativo, me tropiezo con tres fotos, que dan la auténtica dimensión de la tragedia que estuvo a punto de provocar las dos olas del catamarán en las playas de Sacaba, el remojón no fue para tanto, pero pudo provocar algún corte de digestión.

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