Pedro Fernández Montes, ex alcalde de Torremolinos, era un hombre tan chapado a la antigua que a no ser por las cosas de la vida, le hubiera venido mejor ser regidor en un sufrido pueblo castellano, de cilicio y cuaresma, a los saraos turísticos de la capital costasoleña, avanzada en el destape y meca de los sesenta y setenta del pasado siglo del mundo gay.

Don Pedro contrario al desnudo, al menos, de cuerpo entero, ocultó la deuda municipal, a su pueblo y en especial a la oposición, que como en las antiguas juergas flamencas, le pedían a la bailaora aire, para que enseñara hasta el último suspiro.
Don Pedro enseñaba pecho, y ocultaba las ancas de las arcas municipales, para no darle un mal rato a sus vecinos o desatar su líbido, mientras distraía el jolgorio con romerías, bailes retros y pescaitos fritos dónde la pudicia de intención estaba más controlada.
El problema es que otro Pedro, en este caso Pérez, se ha hecho cargo de las arcas del municipio y tras muchos años pidiendo las cuentas en la sacro santa oposición, ha organizado la ceremonia de destape de la deuda, para ver lo que se ocultaba detrás de la cortina del pudor. Y le han bailado los números hasta 200 millones, es decir el presupuesto de dos años, incluidos los bisiestos, debe el municipio a los acreedores, es decir que el pobre Pedro Pérez, flamante concejal de hacienda, nada más que le ha dejado el Pelirrojo, cariñoso apelativo popular, de Fernández Montes, lo justo para comprarse unas zapatillas para correr en los chinos, y repartir premios a los hombres del frac que lo pillen por las calles del pueblo.
Don Pedro se hizo propaganda de buen administrador, durante sus veinte años de alcalde, gracias a controlar la televisión municipal y negar el pan y la sal a cualquier demócrata opositor que clamara por sus derechos. Hoy el auditor de las cuentas torremolinenses, nos descubre una prodigalidad en el gasto inexplicable, que no han sentido en su bienestar ni los vecinos de Torremolinos ni sus visitantes.
Entre los carteles de se venden y se alquilan, lo viejo que no lo retro ha tomado cuerpo dónde tanta juventud fluía, ahora nos queda por saber dónde andan los agujeros negros por dónde se amontonaban la deudas.
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