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¡Viva el Rey!

Debo confesar que, en el fondo, me da absolutamente igual un sistema monárquico que otro republicano. Mi vida, ni la de nadie, cambiará sustancialmente con un Rey o un presidente de la República, aunque hay gente que proclama que siendo republicanos nos saldría gratis hasta el recibo de la luz. Cuánta incultura.

Pero también debo confesar, y lo hago, que desde este pasado martes mi fuero interior es más monárquico. La institución, y quien la representa, nos ha dado a todos una dosis de tranquilidad tras días convulsos por cuanto acontece en Cataluña. La clase política, ni la que gobierna ni la que oposita, han sabido dar a la población española una respuesta firme tras el referéndum independentista, los disturbios, las cargas policiales, la exageración del número de heridos y el victimismo frente a todo lo que suena a España de Puigdemont, Junqueras, Trapero, Forcadell y compañía en el escenario de un golpe de Estado perfectamente orquestado.

Primero fue Juan Carlos I, y después Felipe VI. La primera vez fue en 1981 y la segunda en 2017. En ambas ocasiones, discursos cortos, solemnes, rigurosos y contundentes dirigidos a toda la nación lograron calmar a la población. Hace 36 años, el golpe era militar con una pequeña trama civil a su alrededor. Ahora el golpe es civil con una amplia trama policial – los mossos – facilitando claramente su inicial éxito.

Juan Carlos I compareció en televisión luciendo el uniforme de capitán general de los ejércitos de España. El martes, Felipe VI se dirigió a los españoles con traje de chaqueta. Pero sus discursos fueron bien contundentes. En 1981 el entonces Rey dio órdenes a todas las regiones militares para que se mantuviese el orden constitucional. El actual Rey dio órdenes para que los legítimos poderes del Estado frenen el golpe en Cataluña utilizando todos los medios que proporciona la Constitución.

Los sectores más retrógrados de la sociedad, es decir Podemos y los propios golpistas de Cataluña, han criticado el discurso de Felipe VI, amparándose en la nada. Lo mismo sucedió cuando Juan Carlos I la noche del 23-F paró el golpe militar. Sólo recibió críticas de la extrema derecha civil y de los militares más trasnochados.

Dudo mucho que un presidente de república hubiese actuado con la misma contundencia, puesto que los presidentes militan en partidos políticos y ya sabemos todos que el tacticismo está en el ADN de la política. Y en el escenario de este golpe de Estado hay demasiado postureo de los partidos. Incluso el propio Alfonso Guerra – que vivió y gestionó el día después del golpe del 23-F – ha criticado al PSOE de Pedro Sánchez por ponerse de perfil y hablar a medias tintas.

Tras el mensaje del Rey Felipe, los españoles estamos más convencidos de que España permanecerá unida y los catalanes no independentistas han visto reforzado su sentimiento español. Incluso los independentistas han recibido un jarro de agua fría tan contundente que hasta Puigdemont se ha dirigido a los catalanes para decir que no se baja de la burra. Pero ya es mucho menos creíble.

Como verán, tengo razones para confiar en la Monarquía española, en el actual Rey, en el Rey emérito – con sus virtudes y defectos – y en lo que representan. Por eso digo y escribo ¡Viva el Rey!

 

[cabezon name="José A. Hierrezuelo " designation="Periodista" img="Jose" /]

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