Escuché un día de trabajo una frase que, por popular, no le falta ni un ápice de sabiduría. Decía... "Esa familia se lleva fenomenal... y acto seguido un tercero espetaba (¿han partío?)" Es decir, ¿han repartido la herencia?
Es ahí, a la hora de repartir, de hacer cesiones o acatar decisiones en donde se ve la naturaleza real de cada individuo. Lo mismo ocurre con las separaciones de parejas, no sabes como es el o la que tienes al lado hasta que llega el momento de la ruptura, y pese a llevar décadas juntos, en ese momento pueden llevarse sorpresas el uno del otro y es ahí donde surge la verdadera naturaleza que estaba solapada en cariño o acomodo.
Pero las decepciones mayores se llevan con los que son progenitores o figuras paternales-maternales que dan de lado a su descendiente. Ahí no cabe mayor decepción y frustración, porque ¿cómo es posible dar de lado a sangre de tu sangre? De un tercero que llega como familia política lo puedes esperar, al fin y al cabo tal como llega se marcha, pero de un descendiente, de uno de los tuyos, ¿se puede renegar y quedarse tan tranquilo?
Pues ocurre y cuando sucede, duele. Y lo peor son las consecuencias a futuro. Porque de una decepción así, de un rechazo tan inhumano, no se sale sin heridas que quedan marcadas para siempre.
Es lo que ahora podríamos comparar con Cataluña y España, pero en este caso el nieto díscolo que quiere independizarse a toda costa sin más razón que su sinrazón. Los hijos son el estado de las autonomías y el padre España. Pese a que miles de "súbditos" se han manifestado para seguir dentro de la "familia constitucional" el descendiente díscolo quiere abandonar la casa común y tirarse al abismo. Si hubiera sido rechazado por el abuelo Estado sería aún mayor la pataleta, pero ha sido al contrario y pese a que toda la familia le dice que vuelva al redil, a la normalidad, a la ley, él sigue en sus trece. Esta semana será de nuevo de órdago. Ya ven que las relaciones personales y familiares, sean en el ámbito doméstico o el intitucional, no son nada fáciles ni convencionales.
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