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El miedo a perder el voto

Y la osadía de intentar ganarlo de cualquier manera, sin importarles los intereses y las vidas de los ciudadanos. Estas son las pautas de nuestros mediocres políticos. Por regla general, la mayoría. Quieren hacer ver lo blanco negro, lo negro blanco y lo gris ni lo consideran. No quieren mirar, o miran tapándose los ojos con la mano como si su destello les cegara al constante y continuo incumplidor de leyes, Sr. Puigdemont.

La estigmatización a la que creen que han llevado a sus votantes les incapacita para pactar con partidos que no están lejos de sus ideales, pero a los que han alejado tanto con la demagogia y la mentira que ahora se avergüenzan de que sus votantes los vean pactar con ellos sin ningún tipo de complejo o fisura, aun en situaciones tan importante, delicadas y peligrosas, para la ciudadanía, como las que ahora se están viviendo en España. Aplicación del art. 155, muy limitada y con ventanas al dialogo. Les da vergüenza decir al unísono que el sistema educativo en Cataluña es falso, diferenciador y estigmatizante con todo aquello que no sea catalán.

Les da vergüenza decir, saberlo lo saben, que se trata de una cortina de humo ante el latrocinio cometido con las arcas españolas. Al salteador de leyes, Sr. Puigdemont, también se le puede definir como presunto delincuente, y aun así en su delirio de grandeza afirma que sus decisiones se basan en la paz, la firmeza y la democracia. Tres conceptos que para que puedan darse en cualquier acto deben tener sus raíces en otro necesario en cualquier estado de derecho; que sea lícito, legal y ajustado al derecho. Pues bien nada de ello confluye en la actuación del Sr. Puigdemont. Desvaría por miedo y empujado por la osadía.

Veamos: el concepto de paz, como relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos, queda bastante alejado de lo que en la actualidad se vive en la comunidad gobernada por el político Puigdemont. En cuanto a la firmeza, me remito al comunicado leído con posterioridad al uno de Octubre así como a la contestación enviada al Gobierno de nuestra Nación. De vergüenza. El cuento de la buena pipita. Finalmente, en cuanto a lo que el político Puigdemont entiende por democracia, lo demostró en la forma de llevar a cabo unas votaciones en la comunidad que preside.

Por su parte está constatado el adoctrinamiento escolar, la persecución a comercios en los que se hable o rotule el castellano así como la agresión a las fuerzas de seguridad que han ido a hacer cumplir la ley. Esos coletazos son más propios de un régimen dictatorial que de uno democrático. Váyase político Puigdemont. Pero usted no se va. En nuestra democracia hay políticos que le dan esperanzas, ánimos o a lo mejor un poco de aire para de esa forma tratar de si dando un pasito para adelante, o un pasito para atrás, o quizás a la izquierda, o tal vez a la derecha recogen unos cuantos votos, o representar un papel que les catapulte al estrellato de liderar una izquierda progresista y de cambio que quite a Rajoy de la Moncloa. ¡Qué pedazo de programa tienen estos políticos!¡Qué liderazgo! Basta mirar al congreso. Hacía tiempo que no aparecía el Sr. Cañamero en escena. Ya apareció. El ujier con corbata, ellos en camiseta. Es de progres.

Cuando de guardar el decoro correspondiente al cargo que ostenta, al político que exponga sus ideas y no les guste a la progresía, eah, pues corte de manga. Que ante la falta de argumentos para contraponer así como de programa político dicho corte de mangas ha de entenderse como un sencillo acto de libertad de expresión. Claro que lo único que se puede contraponer al corte de mangas, a parte de la educación y compostura propia de quien representa a la ciudadanía, es una peineta, y a partir de ese momento la función del circo empezaría. A fin de cuentas es lo que muchos quieren.

 

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