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En los días que Sherlock Holmes perdió su aparcamiento

Pocos vecinos conocen que el famoso detective perdió su parking en Málaga, quizás algún aventajado político del lugar lo recuerde, pero las cosas pasan urbanísticamente de aquella manera, y ni la capacidad deductiva de Holmes, ni la lupa, pudieron encontrar el rastro, donde su carruaje iniciaba los caminos para resolver los misterios en sus vacaciones. Los diablillos del ladrillo y los ángeles de las grúas, ficticios siempre, dejaron al sabio de Baker Street con la mosca detrás de la oreja.

Todo se puede contar más literariamente, pero seguiré luego con el misterio. Ahora me pararon los conflictos en el Consejo de Administración de el Corte Inglés, y dirán ustedes, a que viene este rollo que a nadie interesa, la pelea entre los herederos de las grandes tiendas, ¡Por nosotros que los zurzan! Quizás, pueda interesarles que el presidente hasta que se lo carguen sus parientas la semana que viene, adeuda a Hacienda la friolera cantidad de 40 millones de euros, más lo que adeudan las litigantes por controlar los almacenes, hermanas Álvarez, todo por no pagar la parte que deben al fisco de su sustanciosa herencia.

Por los plumillas nacionales, en aquellos tempranos años de nuestra Transición Política, pude conocer a modo de chismorreo, que en el catecismo de los medios de comunicación, se censuraba escribir sobre: La lucha de la Benemérita contra la banda asesina de ETA, en pleno fulgor; las sabrosas cuitas del Monarca, por ser vos quién sois, y noticias contrarias al Corte Inglés, que para eso pagaba una buena pasta de publicidad.

El velo de la Guardia Civil se descorrió, cuándo al general Galindo, jefe de la lucha contra los etarras, lo sentenciaron por su pertenencia a los GAL, a 72 años de prisión y más. A su majestad, Juan Carlos I, lo cosieron a titulares despectivos, después de que él cosiera a balazos a un hermoso elefante y más. Pero, por ahora, la cadena de grandes tiendas se venía librando de los focos informativos, hasta que se abrió la gran batalla sucesoria que los mantiene librando una guerra civil particular a modo de tragedia de Sófocles, y más.

Estas prácticas que cercenaban la libertad informativa, no me hicieron gracia, después de la batalla que libramos contra el franquismo; pero menos gracia me hizo, cuando mi amigo Juan Carlos Ramírez, director en su tiempo de la Ser en San Sebastian, me advirtió de que no debía pronunciar los nombres de ETA, o sus bandas de apoyo, por las calles o bares vascos, so pena de verme metido en un berenjenal peligroso.

Sherlock Holmes, perdió un pedazo de su calle en Málaga; un medio de comunicación se puso rabioso, pero el Corte Inglés puso allí el edificio Bahía ¡tan cuqui mega guay¡, el gacetillero se calló, alguien de los tenderos de Madrid le habló de las bondades de la venta de entradas de los espectáculos culturales y recreativos por los grandes almacenes, y la presencia del Circo del Sol iluminó el silencio, mientras los fantasmas que Holmes perseguía se murieron de risa.

 

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