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Montserrat Caballé en la Ciudad con Alas

Era la víspera del 28 de febrero de 1988, el director del aeropuerto de Málaga, tuvo la amabilidad de que pudiera recibir en la escalerilla del avión, a mi admirada Caballé; mis tímidas cortesías y sus cariñosas respuestas; y camino del Castillo de Santa Clara, dónde el siempre recordado amigo, director, Luis Callejón, tenía todo dispuesto para la mejor estancia en su hotel de la humanísima Diva. Eran aquellas fechas dónde los mejores hoteles de la ciudad estaban en Torremolinos.

Para el 28 teníamos previsto una sesión informativa en el Salón de los Espejos, antes de su recital anhelado en el Teatro Miguel de Cervantes. Pedro Aparicio la recibió en la puerta del Ayuntamiento, y departimos un buen rato en la Alcaldía, para sorpresa de la soprano, el alcalde la obsequió con un cuaderno de rojo de piel apaisado, de los que crea el encuadernador de Benalmádena, Fernando Mateos. Para nuestra admiración, y la de la artista, que no pudo retener su emoción, Pedro le había entregado noches entera de su fascinación por ella, con su buena letra, tenía detalladas en sus páginas todas las actuaciones, críticas y grabaciones de Monserrat Caballé ¡qué lujo de Alcalde!

Me parece que todavía está el público aplaudiendo y ovacionando tras el concierto, felicidad de todos, y los saludos de la virtuosa, y su acompañante el elogiado pianista Miguel Zanetti. Diez meses después de la reapertura del Miguel de Cervantes, todo cundía con mayúsculas, la Ciudad con Alas como la llamó el alcalde, iba cogiendo vuelo, después de tener nuestra hermosa sala decaída desde los años 50, entre varietés, coplas, pregones... ¡uf! Se me olvidaba, todos los años recibía el diploma de asistencia y puntualidad en la celebración Marista, trabajo de mi madre.

Evoco esos días de felicidad, pero hoy para nuestra tristeza ya han enterrado a la genial soprano universal, española y catalana, y mientras se van sucediendo sus discos, y esos detalles informativos que te relatan los gestos, de las autoridades de España y Cataluña en las exequias.

Monserrat ha sufrido su españolismo, catalana de pro, al igual que mi admirado Joan Manuel Serrat, juglar que divulgó más que las aulas a Antonio Machado y Miguel Hernández, o Nuria Espert que señala sufrimientos incalculables por la vía del independentismo o Albert Boadella que supo cristalizar arte con la mofa a todos los impresentables de España y Cataluña.

Pere Gimferrer, a quién Pujol, le hubiera gustado le dieran el nobel de literatura, merecidamente, sabio entre los sabios, nos ha dicho: "El nacionalismo catalán se nutre de historias apócrifas". Gimferrer nos descubrió a los escritores catalanes Eduardo Mendoza y Juan Marsé que ahora sufren perplejo el avatar de la ignorancia nacionalista.

La gran filósofa catalana Victoria Camp ha sido nombrada recientemente miembro del Consejo del Estado español, seguirá ahí impartiendo ética pública para todos. Cataluña nos ha enseñado mucho a todos los españoles, y hoy un fugado de la ley, por su barbarie, no ha podido estar en la presidencia del duelo a la más internacional catalana, Monserrat Caballé.

 

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