Recibí con alegría de añejo militante socialista, la aceptación de Pepu a la invitación de Pedro Sánchez para encabezar la candidatura de las municipales de Madrid. Todos los días no se cuenta con un príncipe de Asturias, por ser nuestro entrenador campeón del mundo de baloncesto, y que se presente públicamente como socialista de corazón y pensamiento.
Todos los días no se recibe la alegría, que nada más conocer la decisión de nuestro entrenador, los infectos demonizadores, hayan tratado de descalificarlo en los medios con intoxicaciones improcedentes. Ver a Inda zapateando a la desesperada en su "antiokdiario", y en los programas de televisión contra el príncipe de Asturias del básquet, es disfrutar como con la canasta de tres puntos que se permitió el Unicaja el pasado domingo en el último segundo para ganarle al Real Madrid. El citado periodista no sé si sufre como amigo de Florentino, o de derechista insufrible, o por ambas cosas. Lo cierto es que contra la "demencia" de las gradas estudiantiles y los socialistas, se han cargado de personales, y ahora nada más que nos queda asegurar los tiros y convertirlos en votos.
Aplaudo la decisión de nuestro secretario general de entrometerse en la captación de personas progresistas de altísimo relieve personal y profesional, de ir de lo metafísico a lo físico, de Ángel Gabilondo a Pepu Hernández, y por en medio sus ministros. La nueva situación política requiere levantar el ánimo de los ciudadanos que ven con pavor la deriva ultra conservadora que va tomando cuerpo en España, y que por resultados y encuestas los socialistas de carnet, no podemos pararla por más empeño que demostremos.
Este hombre, elegido por Sánchez, es feo, fuerte y formal, como se dice, y tiene por principios la educación, la generosidad, el talante, la tolerancia y el trabajo en equipo, con esas ideas y su pericia baloncestística, formada desde los ocho años, nos hizo disfrutar haciendo a nuestro equipo nacional campeón del mundo.
Mi satisfacción con Pepu aumentó, cuando conocí que entre los asistentes al acto de presentación de su candidatura, estuvo Juan Barranco, el último alcalde socialista de Madrid, lo sé conocedor de las esencias del municipalismo. Ahora, a los militantes de Madrid les toca decidir, en igualdad de armas, ojalá, entiendan todos más allá de las paredes de su casa del pueblo. A veces, frente a las costumbre de nuestro internado socialista, que llenamos de tópicos y típicos, con nuestras más justas ambiciones, nos debemos esforzar por hacer pasar a nuestros candidatos de ser unas personas no muy conocidas a socialmente reconocidas por su excelencia.
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