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El “Riveralismo”

Es obvio que para el PP, y su camada mediática, el siguiente objetivo es que se abstuviera en la investidura de Sánchez, así convertía a Ciudadanos otra vez en bisagra, y tomaba más cuerpo el famélico PP de Casado, como partido hegemónico de la derecha en el Parlamento. Al PSOE, por añadidura, no le amargaría el dulce, porque aparentemente le liberaría de los sapos que se tiene que tragar para la elección presidencial. Empecinado en su rumbo de capitanear la derecha, Rivera no suelta el timón, con parte de su tripulación perfilando el botín a bordo, porque han olido que están acercándose a la tormenta perfecta, y ya se saben que los primeros en abandonar la nave, bueno, mejor, en buscar el salvavidas, son las personalidades, aquellos que brillan sobre el común de la tripulación que responde al ordeno y mando sin preguntarse adónde.

Como el "riveralismo" ha dejado de ser cómodo, la pregunta más cierta pudiera ser ¿qué ganamos los españoles con la perdida de aquel partido liberal centrista nacido para acabar con el bipartidismo? Para los que veían en Cs la marca blanca del IBEX una ratificación de su creencia, para sus votantes un giro inexplicable, para la gobernabilidad, salvo de la derecha, un aliado que se pierde, para España un mal de dudas, que trata de despejar Arrimadas, sin otro contexto político que el de una repetidora de consignas pesadas y obvias. El "riveralismo" está mal visto por sus socios liberales europeos, y en España, como lo liberal ha sido siempre lo más difícil, Albert hace de fantasma entre Casado y Abascal, sentado en el side-car, sin saber si es para que mantenga el equilibrio el líder Popular, o para aprovechar un despiste y tirarlo de la moto.

No sé quién se estará frotando las manos ante los posibles apoyos de Sánchez, que para curiosidad de todos, los del PNV parecen los más armoniosos.

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