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Mañana (de nuevo) es día de pago

Todos los economistas tienen una obsesión. La mía es el déficit público y la deuda pública. El primero: la diferencia entre los ingresos y gastos de la Administración en un periodo. La segunda: la suma de los déficit y los superávit pasados cuando los primeros superan a los segundos y ha habido que pedir prestado para cubrir la diferencia.

La deuda no es mala cuando es asumible. ¿Quién no se ha endeudado para comprar una casa o un coche? El problema es cuando el recibo mensual que nos gira el banco, por mucho que alarguemos el plazo para poder afrontarlo, no se puede pagar. En esa situación sólo nos quedan dos soluciones, o una combinación de ambas. La primera es reducir nuestro nivel de vida si es posible. La segunda es vender algo del patrimonio, incluso la opción de vender la casa para ir a otra peor, como modo de reducir o eliminar ese recibo mensual que no nos permite llegar a fin de mes.

Los datos de las cuentas de la Administración Central del Estado son muy preocupantes en este sentido.

Especialmente en lo que llevamos de año, en los que se percibe un cambio muy claro de tendencia después de años intentando embridar dichas cuentas. Veamos, por ejemplo, lo que nos cuenta el Boletín de Coyuntura Económica Semanal. Se trata de un pequeño documento que publica todos los viernes el Ministerio de Economía y Empresa y que los locos de las estadísticas devoramos durante el fin de semana, como muestra de nuestro lamentable estado mental. Así el lunes como no tenemos con quien hablar de ello, lo hacemos de fútbol que, además, es más divertido.

Pues bien, el último publicado (21 de junio) nos cuenta en su página 32 que el déficit de caja del Estado al cierre de abril ha sido de 8.496 millones de euros. Es decir: nuestro Estado ha gastado más que ingresado esa cantidad. Pero eso nos dice poco, si no lo comparamos con algo. Pues bien, el año pasado (2018) a igual fecha (abril) era de sólo 832 millones de euros o, si prefieren, comparemos estos primeros cuatro meses de 2019 con todo el año 2018 que cosechó un déficit de 11.848 millones de euros. O incluso con todo 2017, en el que el déficit fue de 16.290 millones de euros. Dicho de otro modo, y por no remontarnos más atrás: ha habido un claro cambio de tendencia. Llevábamos año reduciéndolo, el déficit, y de nuevo vuelve a crecer y de manera alarmante.

De hecho, llevábamos varios años reduciendo la diferencia negativa entre ingresos y gastos antes del pago de intereses (el denominado déficit primario) hasta el punto de que habíamos logrado que fuera positiva, aunque no suficiente para pagar dichos intereses. Esa diferencia, el déficit primario, sigue siendo positiva pero comienza a reducirse peligrosamente. De seguir así, y entrar en terreno negativo, el Estado tendrá que pedir prestado no sólo para pagar los intereses sino para pagar sus gastos corrientes. Es decir: no pediremos prestado para pagar al banco el recibo mensual, que ya está mal, sino para pagar la luz también, que está peor.

El Estado sólo nos puede dar el bienestar que podamos pagarle. Debemos ser conscientes de ello. Su deuda es nuestra deuda y es una losa sobre los impuestos que pagaremos en el futuro, que no irán a sufragar nuevo bienestar sino a pagar intereses del bienestar ya disfrutado. Así que o ponemos coto a esto, o en el futuro no pagaremos impuestos para recibir servicios públicos sino para pagar la deuda por los servicios que ya hemos disfrutado. Eso es claramente un empobrecimiento que no nos gustaría a ninguno, no cabe duda. Sin embargo, nuestro comportamiento como electores, y como cargos electos, no parece que se compadezca con esta reflexión.

En cuanto hemos visto un poco de luz, nos hemos lanzado a gastar de nuevo como si no hubiera mañana y hay muchas mañanas en las que llega nuestro prestamista y nos pide que le paguemos. Y es muy triste tener que quitarse de las cosas de comer para hacerlo.

[cabezon name=" Rubén Manso" designation="Vicesecretario de Acción Política de Vox Málaga" img="Rubenmanso" /]

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