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La abuelitud

Voy a dejar la política hoy como tema central de mi escrito. A fin de cuentas nuestro actual presidente en funciones se mueve en una nebulosa de catacumbas y manipulaciones económicas para hacer creer a los ciudadanos que la compra de votos con el aumento de las pensiones y mantener un crecimiento ficticio, aparente y falso hará de este país el ejemplo a seguir de toda Europa. No vamos a hablar del desempleo. Tampoco de la recesión económica. Vamos a centrarnos en el futuro. Un futuro cierto, vivo, peculiar, como ser humano que es, dispar y distinto. Esos seres llamados hijos y que en la actualidad destacan por el papel de nietos y que ayudan a los abuelos a vivir alegremente la que es última etapa para estos y primera para aquellos.

Parece que existe una tendencia social a reconocer e identificar el estatus de los abuelos en nuestra sociedad. Algunos pretenden llamarle abuelidad, pero dada la edad y la experiencia con la que se llega a ser abuelo, creo que mejor sería llamarle abuelitud. Es una palabra con la que pretendo expresar la plenitud a la que llega una persona entrada en años, etapa en la se empieza a perder una serie de facultades, pero que la actividad de ejercer como abuelo le reinicia en la totalidad de sus ánimos, siendo consciente de las limitaciones físicas pero desarrollando de nuevo el optimismo y tesón en el día a día. Lo dicen y lo escuchas. Los nietos te cambian la vida. Durante nueve meses lo has esperado. Miras a la madre queriendo averiguar cómo será. Preguntas a la madre como está ella. Te lo notas. Se mueve mucho. Ya es difícil que no pienses en él. Preguntas una y otra vez las semanas que tiene, pero no te enteras, o mejor dicho se te olvidan, porque lo que verdaderamente te interesa es saber cuándo va a nacer. A veces la naturaleza hace que el acontecimiento se adelante, otras que se atrase. Pero esperas. Apariencia tranquila, sentimiento impaciente. Y cuando nace todo es distinto. Hasta aquí todo igual que cuando nacieron los hijos. Pero los padres son, en este caso, los que fueron tus hijos. Aunque no sé si por la edad que se tiene, por las circunstancias, o por ambas cosas, el nacimiento de un nieto abona de nuevo sentimientos distraídos. Es la manifestación natural del proyecto humano más hermoso de la tierra realizado por nuestros hijos. Y en los abuelos produce una plenitud en la totalidad de los sentimientos. Y de nuevo se empieza: la hermandad, a que aprenda a santiguarse; el colegio; el futbol; los estudios. De nuevo, a Dios rogando y con el mazo dando.

 

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