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¿Dónde están nuestros líderes? ¿Pablo Iglesias lidera Podemos?

Con frecuencia se alude al gran nivel de oratoria política al que se llegó durante la Segunda República. Frente al anterior caciquismo que imperaba en la Restauración, los políticos de la Segunda República tuvieron que llegar a las masas a través del convencimiento, y para ello nada mejor que un buen discurso. Entre estos grandes utilizadores de la palabra se encontraba el rondeño Fernando de los Ríos (PSOE), la malagueña Victoria Kent (primero en Partido Republicano Radical Socialista, después en Izquierda Republicana), por supuesto Manuel Azaña (de Acción Republicana, y acabó integrándose en Izquierda Republicana), Calvo Sotelo (Renovación Española)... por citar solo unos pocos.

En su mayoría eran políticos jóvenes que se levantaban para hacer una forma nueva de política que llegase a las masas. Recordemos que eran tiempos de extremismos y que tanto el comunismo como el fascismo son movimientos de masas.

Durante la Transición ha habido también una generación de políticos de alto nivel, bien sea en lo profesional y/o en su capacidad de liderazgo: Adolfo Suárez, Felipe González, Herrero de Miñón, Antonio Garrigues Walker, Santiago Carrillo, Manuel Fraga... Una época que combinaba la madurez con la juventud.

Ahora nos vemos abocados a unas enésimas elecciones donde en cada envite surge una nueva formación política. Seis para las próximas, y hasta siete —con Manuel Valls— se ve en el horizonte de repetirse las elecciones a principios de 2020. Seis políticos con sus seis jefes, ¿con sus seis líderes?

Me acabo de leer el libro de 'Inspirando líderes comprometidos', de Ray Cazorla, uno de los cinco hispanos más influyentes de Estados Unidos, según la revista 'Forbes'. Libro que se presentará en la sede de la Fundación Pons el 9 de octubre por la tarde Unas semanas después Cazorla logrará sentar por primera vez en la historia a miembros de cuatro de las familias políticas más influyentes. El 20 de noviembre en los New York Summit junta a miembros de la familia Kennedy, Luther King, Malcon X y Mandela. Toda una demostración de liderazgo en sí. Y según leía su libro pensaba en los 'líderes' de los partidos políticos españoles. Les faltaban casi todas las características que apuntaba.

Bernardo Kliksberg —con sus más de 50 Doctorados Honoris Causa, probablemente sea la persona viva con más títulos de este nivel— decía en el prólogo del libro de Ray Cazorla que «en un mundo que afronta [tantos] desafíos [...], hay una generalizada demanda por liderazgo de calidad. Se necesitan líderes visionarios [...], transparentes, íntegros, comprometidos con el bienestar colectivo, que conciten confianza. Los líderes deben ganarse plena legitimidad, para que estén en condiciones de tomar las decisiones innovadoras que se van a requerir».

Y el autor Ray Cazorla señala que «existen dos contradicciones acerca del liderazgo basado en valores. La primera consiste, en que el liderazgo puede ser dado, pero no tomado. Una persona puede tener poder y autoridad, pero esto no es lo mismo que liderar. La gente sigue a un líder porque quiere, no porque debe. Un líder sin gente que lo siga, no es líder. La segunda paradoja consiste en que la persona que es líder debe inspirar a otros, si esto falla hay que replantearse quién nos lidera. Por concluir, pienso que el líder debe distinguirse con el ejercicio de aportar diariamente valores como, el respeto, la generosidad, la paciencia, la dignidad, la capacidad de escuchar, la humildad y la ejemplaridad».

Ahora, como en la Segunda República, nos encontramos con jefes de partidos jóvenes. Pero que no están demostrando capacidad de liderazgo. El fin del bipartidismo se intuía como algo muy positivo para España, pero ha decepcionado porque unos niñatos han jugado con el país como si jugaran en su casa a un juego de estrategia, pero que en lugar de comer fichas lo que han comido es la paciencia del ciudadano.

En las semanas que quedan para el 10N analizaré cómo cada jefe de partido no ha demostrado capacidad de liderazgo según los parámetros que ofrecen Bernardo Kliksberg y Ray Cazorla.

Empecemos por el que creía hace unos meses que lideraría la izquierda española y que ahora ve cómo se le derrumba su propio partido: Pablo Iglesias.

Transparencia: Podemos es de los partidos aparentemente más transparentes, y así lo dicen informes como los de Transparencia Internacional y Fundación Compromiso y Transparencia. Pero en lo personal hay una opacidad absoluta en la concesión de la hipoteca de su 'casoplón': bajo tipo de interés, ¿trato de favor si le han otorgado más del 80% del valor hipotecado?, entidad bancaria relacionada con el separatismo catalán...

Confianza: es un 'líder' que no concita ninguna confianza en sus rivales políticos, tanto externos —especialmente claro sobre esto ha sido el presidente en funciones Pedro Sánchez—, como en el interior del partido (Teresa Rodríguez, los ex compañeros Bescansa, Errejón)... Muestra de todo ello es el fácil camino que está teniendo Más País para tejer alianzas con antiguos socios de Podemos (Compromís, CHA, Equo...).

Legitimidad: Pablo Iglesias quiere ganar legitimidad a través de dudosos procesos de votación interna, con formas fáciles de votar más de una vez, descontrol de quién puede ser inscrito... Y así consultó a sus bases por la compra de su chalet, en un proceso al que pocos dan legitimidad.

Autoridad, no sólo poder: su ordeno y mando destituyendo directivas autonómicas y locales son una clara muestra de que a falta de autoridad, ejerce su poder.

Ejemplaridad: aunque sea reiterativo volver a hablar de su operación inmobiliaria, ante un público tan populista como es el votante de Podemos, con la compra del chalet no puede dar ejemplo de luchador por las clases trabajadoras. «¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000€ en un ático de lujo?», se preguntaba el mismo Iglesias en 2012, seis años antes de hacer él algo muy parecido.

[cabezon name="Gonzalo Sichar" designation="Delegado en Málaga del Hispanic American College (HAC)" img="sichar" /]

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