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Ánimo, cristianos

En tiempos que los cristianos somos masacrados en Nigeria, sin que nadie diga nada, y que en Europa nos quieren borrar mediante la destrucción de nuestros símbolos y los continuos males sociales que se le achacan a la religión cristiana, en vez de acobardarnos y meter la cabeza debajo del ala, deberíamos dedicar un poco de tiempo a la lectura de textos de la Biblia, Encíclicas o pastorales en las que con toda seguridad encontraremos orientación e incluso respuesta para la mayoría de los problemas de nuestra sociedad y de esta manera infundir ánimo a nuestro apocado espíritu de cristiano.

De los problemas que en la actualidad están acosando a nuestra sociedad, el de la inmigración tiene desbordados nuestros sentimientos así como la actuación de nuestro gobierno, pues supone un problema para nuestra sociedad que los acoge y que además, a males mayores, ha sembrado el Mediterráneo de cadáveres. Es posible que alguien piense que la Iglesia no dice nada al respecto. Ya lo creo que dice la Iglesia. La Iglesia a través de quienes tras dedicar su vida a Dios, a los demás y al estudio de cuanto pudiera mejorar la sociedad llegaron a Santos y otros que no llegando tan lejos, es decir, a ser santos, también buscaron el bien común para la sociedad.

1.- Santo Tomás de Aquino (1225-1274), en la Suma Teológica (Primera, Secundae, Cuestión 105, artículo, 3) nos brinda ideas al problema de la inmigración, estableciendo claramente las obligaciones de la hospitalidad, pero también sus límites. "Las relaciones con los extranjeros pueden ser de paz o de guerra, y en uno y en otro caso son muy razonables los preceptos de la ley. Tres eran las ocasiones que se ofrecían a los hebreos de tratar pacíficamente con los extraños: primera, cuando éstos pasaban por la tierra de aquéllos como peregrinos; otra, cuando venían para establecerse en ella como forasteros. En ambos casos manda la ley usar con ellos de misericordia, pues se dice en Exodo 22,20: No afligirás al forastero, y en 23,9: No serás molesto al peregrino (obj.3). La tercera ocasión era cuando algunos extranjeros pretendían incorporarse totalmente a la nación hebrea (de acogida) y abrazar su religión. En esto había que guardar su orden, porque no eran recibidos al instante; como en algunas naciones de gentiles se establecía que no fueran reconocidos como ciudadanos los que no tuviesen esta dignidad de sus abuelos o bisabuelos, según cuenta Aristóteles en el Libro III, Cap. 1º, Del Estado y del Ciudadano. La razón de esto era que, si luego que llegasen fuesen admitidos los extraños a tratar los negocios del pueblo, pudieran originarse muchos peligros; pues, no estando arraigados en el amor del bien público, podrían atentar contra el pueblo. Por esto establece la ley que algunas naciones que tenían cierta afinidad con los hebreos, como los egipcios, entre quienes ellos habían nacido y se habían criado, y los idumeos, hijos de Esaú, hermano de Jacob, fueran recibidos a la tercera generación en la sociedad israelita; pero aquellos que habían tratado como enemigos a los israelitas, v.gr., los amonitas y moabitas, nunca fueran recibidos a formar parte del pueblo.

2.- En la Constitución Apostólica Exsul Familia Nazarethana, del Papa Pio XII, de 1952, en el apartado primero de su Introducción podemos leer: "La familia de Nazaret modelo y consuelo de los refugiados. La familia de Nazaret desterrada, Jesús, María y José, emigrantes a Egipto y refugiados allí para sustraerse a las iras de un rey impío, son el modelo, el ejemplo y el consuelo de los emigrantes y peregrinos de todos los tiempos y lugares y de todos los prófugos de cualquiera de las condiciones que, por miedo de las persecuciones o acuciados por la necesidad, se ven obligados a abandonar la patria, los padres queridos, los parientes y a los dulces amigos para dirigirse a tierras extrañas".

En este mismo texto, en el apartado Familia, último párrafo: "En nuestro planeta, que posee tan extensos océanos, mares y lagos, con montes y llanos cubiertos de nieves y de hielos perpetuos, con dilatados desiertos y tierras inhóspitas y estériles, no faltan, sin embargo, regiones y lugares vitales abandonados al capricho vegetativo de la naturaleza y que se prestan al cultivo por la mano del hombre, para sus necesidades y sus operaciones civiles; y más de una vez es inevitable que algunas familias, emigrando de acá y de allá, busquen en otra región una nueva patria. En este caso, según señala la Rerum Novarum, se respeta el derecho de la familia a un espacio vital. Donde esto suceda, la emigración lograra -según a veces confirma la experiencia-, su fin natural, esto es, la distribución más favorable de los hombres en la superficie terrestre que se preste para colonias de agricultores; superficie que Dios creó y preparo para el uso de todos. Si las dos partes, la que concede permiso para dejar el lugar de origen y la que admite a los emigrados, se mantienen lealmente solicitas para eliminar cuanto pudiere impedir que nazca y se desarrolle la verdadera confianza entre el país de emigración y el país de inmigración, todos los que participen en tal cambio de lugares y de personas reportaran sus ventajas: las familias recibirán un terreno que para ellas será tierra patria en el verdadero sentido de la palabra; las tierras de densa población se verán aligeradas y sus pueblos se crearan nuevos amigos en territorios extranjeros; y los Estados que acogen a los emigrados se habrán ganado unos laboriosos ciudadanos. De esta suerte las Naciones que dan emigrados y los Estados que los reciben contribuirán a porfía al incremento del bienestar humano y al progreso de la civilización.

De la lectura de estos dos párrafos de la Constitución Apostólica destaca la solidaridad entendida en el sentido más amplio y completo en el que se pueda aplicar en una sociedad. Pero por desgracia la inmigración actual, salpicada de mafias e intereses económicos, hacen que las hambrunas y miserias sean el origen de la huida y llegada de tantos seres humanos.

3.- En el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, en el Exponendo 577, del apartado Conclusión: "Ante las graves formas de explotación y de injusticia social, se difunde y agudiza cada vez más la necesidad de una radical renovación personal y social capaz de asegurar justicia, solidaridad, honestidad y transparencia. Ciertamente es largo y fatigoso el camino que hay que recorrer; muchos y grandes son los esfuerzos por realizar para que pueda darse semejante renovación, incluso por las causas múltiples y graves que generan y favorecen las situaciones de injusticia presentes hoy en el mundo".

4.- Sin embargo cuando hablamos de la solidaridad, y su significado tanto en el Evangelio como en nuestra propia vida es la parábola del Buen Samaritano la que más nos llena (Lucas 10, 29-37). Representa la realidad de que siempre que alguien se para en el camino para atender y/o cuidar a una persona que le necesita, desaparecen las barreras de cualquier tipo que sean.

Pero cuidado que la solidaridad de la parábola del Buen Samaritano hay que hacerla extensiva.

En un primero momento se manifiesta en el encuentro cara a cara con la persona necesitada, que en su situación de exclusión social nos obliga a fijarnos en el, pues desde el punto intrínseco del cristianismo estamos obligados a ayudar a los más necesitados: "Amaras al prójimo como a ti mismo". Nuestra solidaridad es obligante.

En segundo lugar, el sentimiento de entregarse a ayudar a los demás implica la creación de comunidades que practiquen la solidaridad haciendo cultura de su comportamiento y compromiso social. En este campo las Hermandades son pilares básicos para el ejercicio de nuestra identidad solidaria.

En tercer lugar, todo este trabajo solidario ha de tener una proyección política pues forma parte del estado del bienestar social.

Nuestra comunidad Cristiana es rica en textos que escritos por Doctores de nuestra Iglesia tratan los problemas sociales antes que estos se magnifiquen. A quien quiera curiosear leer la Encíclica, del Papa Pio XII, Miranda Prorsus, de 8 de Septiembre de 1957 sobre el cine, la radio y la televisión le hará pasar un rato agradable.

Que el aliento de Nuestro Santísimo Cristo de la Expiración y el manto de Nuestra Señora de la Esperanza nos de fuerza y proteja.

[cabezon name="Fernando Guerrero" designation="Ensayista" img="guerrero" /]

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