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Ceremonia al adiós

Escuchaba con nocturnidad un programa deportivo, el temario facilito, la despedida de Luis Enrique; al pronto caí en que entre los agudos contertulios, no había ninguno con voz de mujer, me alegro sobremanera, porque tantas chaladuras pertenecían en exclusiva a nuestro genero pelotero. El auricular huyó a forma de despedida y los dejé cascando hasta el infinito, entre las sabanas impávidas a las ensoñaciones.

Me despertó el chapoteo de las michelínas en la riá; al coco se me vino el pantano de La Viñuela, la inundación que viví de alcalde accidentado en 1989, pero no pude olvidarme de las rajas en el tejado de la Catedral, cosas de cerebro de sequía.

Pero como me dormí con fútbol, con un sanedrín chusquero necesitado de mejorar su poder juicioso. El goterío en los cristales, me llevó a un sueño que apenas guardo en recuerdo, salvo los trazos que imagino.

Iahveh que estaba en Catar, es masculino, sentía los lamentos de Rubial, no dimitido; lloraba por el papelón de la Roja de celeste y calzoncillos, aunque se ahorraba las primas, seguíamos los primos manteniendo su status de gorrón oficial.

Como entre dioses también hay sus rencillas, el de los judíos se llevaba bien con el católico, por sus atranques históricos con Alá; eso me explica las cosas.

Iahveh se apareció a Florentino y Laporta en una zarza ardiendo, con voz de eco a lo Paramount Picture, para anunciarles una lluvia interminable sobre la Piel de toro. El dúo presidencial, pasmado, recibió la orden de coger a las mejores parejas de garabites con la pelota, de toda raza y credo, de la Fábrica y la Masía, para embarcarlos en el mejor de sus yates durante cuarenta días, sin otra compaña que un par de gatitos y dos cotorras.

También les dijo, no hagáis caso al día de la Inmaculada, los niños se fecundaran de emparejamientos entre los truenos; así nacerán las estrellas de vuestra Superliga de Europa; y los futuros seleccionadores nacionales tendrán facilito la elección de los venideros millonarios.

No hay quién entienda a mi sesera entre ronquidos, pero –colorín colorado y esta fantasía se ha acabado.

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