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SOS

Cuando España se incorporó a la Unión Europea el 1 de enero de 1986, las negociaciones para formar parte de esta comunidad europea ya nos colocaron en una clara situación de desventaja; España se consolidaba como un país agrícola y de servicios. La industria que aún pervivía (altos hornos, astilleros, minería...) se ha ido desmantelando poco a poco hasta convertirse en algo residual...los diferentes gobiernos de Felipe González, el adalid del progreso, del empleo y de los nuevos tiempos, sumieron a nuestro país en un pozo de desempleo endémico y desesperanza, del que todavía no hemos salido y, probablemente, cueste mucho superar en unos momentos en que los avances tecnológicos imponen nuevas formas de trabajo y de empresa.

La agricultura se suponía que constituía la gran fortaleza de nuestro país, pero, a diferencia de otros países como Francia, que siempre consideró al agrícola un sector estratégico, aquí siempre hemos sido absolutamente secundarios. Hubo que reconvertir el sector lácteo (todavía recordamos el dramático proceso) y aprendimos lo importantes que eran las cuotas lecheras. Holanda, Francia y otros países sí defendieron vehementemente a su sector primario a costa fundamentalmente de España. La vid y el vino también tuvieron que adaptarse a los dictados de competencia de otros países que no estaban dispuestos a perder cuotas de mercado.

Y nos quedamos con nuestro producto estrella: el olivar, el aceite, sin lugar a dudas el sector agrícola más puntero en nuestra piel de toro. Pero nunca ha existido una política adecuada de defensa del mismo, empezando por las ayudas comunitarias de la PAC que benefician descaradamente a los grandes propietarios y terratenientes que ni trabajan el campo ni desarrollan el medio rural: lo expolian , lo contaminan y lo esquilman desde sus salones urbanitas.

Ha existido un gran movimiento cooperativista que ha permitido la agrupación de los propietarios pequeños y medianos para fortalecer el sector. Pero siempre hubo un gran escollo: la especulación en la comercialización. Cuando nació Hojiblanca como cooperativa de segundo grado, surgió una luz de esperanza para el sector..parecía que se podría desbancar a las grandes compañías comercializadoras, como SOS Cuétara...pero lo que ha ocurrido es que ahora la gran corporación es DCOOP y se olvidó del pequeño detalle de la defensa del olivar tradicional que crea empleo y riqueza,;entendió que era mucho más rentable desbancar a las empresas que hasta ahora se habían enriquecido a costa de los raquíticos precios del aceite en origen para ocupar su iugar y, por ende, sus pingües beneficios. Todos recordamos el escándalo de las mezclas de aceite español e italiano que tanto repercutió en nuestra economía.....una práctica que apenas tuvo consecuencias para el país mediterráneo. Ahora existe una nueva amenaza para el olivar tradicional: el cultivo intensivo de regadío, que está patrocinado por grandes terratenientes y por fondos de inversión que pretenden quedarse con la rentabilidad y dejar las sobras a quienes ya no pueden soportar más la situación: los pequeños y medianos agricultores..no es admisible que un producto básico tenga una diferencia de más de un 300 % entre el precio que se paga a los productores y el que abonan los consumidores . Por eso hay que entender y apoyar las movilizaciones del campo; podemos necesitar un abogado, un médico o un arquitecto en algunas ocasiones de nuestra vida, pero a los agricultores los necesitamos todos los días. En el medio rural se encuentra la despensa del mundo, algo que no se entiende desde los despachos de asfalto y hormigón.

[cabezon name="Encarnación Páez" designation="Abogada" img="paez" /]

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