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La política necesita talento

Por ejemplo, hay un consenso muy generalizado entre las personas de izquierda y de derecha (extremas y moderadas) de sería deseable contar con un sistema electoral donde se garantizase una persona, un voto. No se hace porque a los dos grandes partidos nacionales (sean los que sean) les conviene el sistema actual de circunscripción provincial desproporcionada, y si de paso además se benefician los partidos que concentran sus votos en ciertas provincias (léase los nacionalistas), pues el sistema apechuga con este «daño colateral». Al fin y al cabo tampoco se van a cargar un sistema que perjudica a sus socios tradicionales (léase CiU y PNV, cuando España parecía un país más decente; o ERC y hasta Bildu, cuando algunos han perdido toda la vergüenza).

Y también hay un consenso muy generalizado con independencia de la ideología del elector, de que a la clase política se le debe exigir más currículo profesional. Quizá los situados más a la derecha puedan hacer más hincapié en que esa preparación que se les exija esté avalada con titulaciones universitarias; tal vez en la izquierda se conformen con que tengan experiencia profesional previa sin desmerecer ningún tipo de oficio. Pero todos creemos que aquellas personas que pasan de las juventudes de un partido a ir trepando puestos políticos y no tener ni un año de cotización a la Seguridad Social fuera de la política no son las más idóneas para dirigir un país. Políticos que no saben lo que es «levantar la persiana», dificultades con llegar a fin de mes... no nos representan.

Pero la realidad nos da un tortazo a estos planteamientos. Si miramos el personal que engrosan los partidos políticos, y más en los de reciente creación, vemos una falta de carrera profesional previa en personas de responsabilidad pública. Los de los partidos viejos no es que tengan más mérito, sino que a base de estar en política, pues quizá, como el diablo, que más sabe por viejo que por diablo, algo han ido aprendiendo y han ido construyendo una carrera profesional precisamente en el ejercicio de su(s) cargo(s) político(s). Y sobre este otro vicio, de no abandonar el sillón, me referiré más tarde.

Es imprescindible estudiar mecanismos, dentro por supuesto de un marco totalmente democrático, que exijan la debida preparación para el puesto que se vaya a desempeñar. Esto no es elitismo, sino responsabilidad: poner el país en manos de personas que no se estrenen profesionalmente haciendo experimentos con gaseosa en la «cosa pública».

Debemos evitar que en la política se instale gente sin preparación y que además seguramente tenga la pretensión de estirar temporalmente su carrera política, precisamente porque es la única carrera profesional que tiene y a la que aspira. Porque si pierde su sillón no tiene donde reciclarse profesionalmente.

Por eso, la excelencia en la política debe ir además acompañada de una norma de higiene democrática: la limitación de mandatos efectiva de desempeño político. Sin trucos: sin 8 años pero luego lo subimos a 12; sin 8 años pero siempre que se siga en el mismo puesto... 8 AÑOS Y A VOLVER A LA CARRERA PROFESIONAL PREVIA QUE SE LE EXIGIÓ COMO REQUISITO PARA ENTRAR.

Y esta doble exigencia, el talento en la política y la limitación teporal de desempeño político, está claro que no puede partir de unos partidos que no les interesa por una doble circunstancia: porque muchos carecen de esa carrera profesional previa, y porque no van a ir contra unos intereses que consisten en perpetuarse en el sillón.

Por eso no queda otro remedio que sea desde la sociedad civil donde se ponga remedio a ello. Así, un grupo, inicialmente pequeño pero que cada vez va creciendo más, hemos lanzado una campaña para una reforma electoral pero que además incluye este objetivo de exigir el talento a nuestros dirigentes.

Si vemos solo algunos de sus firmantes observamos la transversalidad ideológica de esta campaña que, repito, parte de la sociedad civil, de unos ciudadanos libres que vemos con estupor cómo exigencias tan elementales no se tienen en cuenta. Algunos hemos sido testigos desde dentro de algún partido de la falta de nivel de muchos de los dirigentes políticos, otros lo han observado desde fuera, pero todos los sufrimos. Algunos de estos más de 500 firmantes somos:

Fernando Savater (filósofo), Iñaki Ezkerra (fundador del Foro de Ermua), Esteban Ibarra (presidente del Movimiento Contra la Intolerancia), Nicolás Redondo Terreros (ex secretario general del PSE-EE), Francisco Sosa Wagner (ex eurodiputado de UPyD), César Antonio Molina (ex ministro de Cultura), Alejo Vidal-Quadras (ex vicepresidente del Parlamento Europeo), Lorenzo Abadía (empresario y analista político), Pedro Moreno Brenes (ex portavoz de IU en el Ayuntamiento de Málaga), Félix de Azúa (miembro Real Academia Española y fundador de Ciudadanos), Félix Ovejero (profesor universitario y fundador de Ciudadanos), José Rosiñol (presidente del Consejo Asesor de Sociedad Civil Catalana), Elisa De la Nuez (secretaria general de la Fundación Hay Derecho), Sixto Cadenas (miembro del Consejo asesor de Sociedad Civil Catalana), Enrique Del Olmo (fundador y presidente de +Democracia), José Domingo (fundador de Societat Civil Catalana), Bernardo Rabassa (presidente del Club Liberal), Miriam Tey (fundadora de CLAC), Javier Algarra (periodista), Diego Barceló (fundador Club de los Viernes), Antonio Buendía (ingeniero industrial y activista)...

El 12 de marzo en el Ateneo de Madrid estaba prevista la presentación pública de esta iniciativa, pero por responsabilidad con la situación sanitaria actual se pospone, aunque al tratarse de una campaña con carácter permanente seguimos trabajando e incorporando adhesiones por internetDurará hasta que los políticos escuchen a los ciudadanos. En tiempos de crispación, qué menos que lleven a cabo una reforma con tanto consenso entre la ciudadanía.

[cabezon name="Gonzalo Sichar" designation="Delegado en Andalucía del Hispanic American College (HAC)" img="sichar" /]

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