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Cuaderno de bitácora

El pasado 14 de marzo se declaró el estado de alarma en nuestro país, una declaración absolutamente excepcional que, tras la transición, se nos antojaba como un resquicio legal obsoleto. En estos 15 días hemos asistido estupefactos a un cambio de rumbo radical en nuestras vidas, en nuestra sociedad, en nuestra economía...el barco ha virado en seco y en esta tormenta hay mucho riesgo de encallar....Honestamente, creo que nadie estaba preparado para asumir esta situación, incluido el gobierno de nuestro país. A toro pasado es muy fácil ser adivino, vidente o analista político...no me parece justo que lancemos nuestra frustración sobre unos dirigentes (soy muy crítica con ellos habitualmente porque creo que la izquierda debe ser ejemplar y coherente en cuestiones básicas y de sentido común) que se están enfrentando a una situación inaudita, inesperada y sin parangón. Ahora no es de recibo buscar un chivo expiatorio, porque estoy absolutamente segura de que otro gobierno u otros líderes políticos no lo hubieran hecho mejor. El COVID 19 no es un invento de Pedro Sánchez y debemos tener la honestidad suficiente como para reconocer que hasta la declaración del estado de alarma, todos hemos bromeado alguna vez con este tema, por tanto, no es justo exigir a posteriori un comportamiento previsor sobre una situación bastante imprevisible. Como la mente y el oportunismo político buscan razones para todo, el argumento de que ya sabíamos lo que había ocurrido en China, no me vale. Sólo basta recordar lo ocurrido con el ébola, que asoló casi literalmente a la población de varios países africanos y no lo sentimos como una amenaza real. Es verdad que algunas de las medidas que se han adoptado por el gabinete gubernamental de crisis pueden ser incoherentes e insuficientes, por ejemplo no haber adoptado medidas más estrictas desde el primer momento...Pero, ¿qué hubiera pensado la inmensa mayoría de los españoles y la oposición si se paraliza todo brutalmente y sin un período de adaptación? Indudablemente, las críticas económicas se hubieran vertido sin piedad. Sólo hay que hacerse eco de las declaraciones iniciales de Boris Jhonson, Donald Trump o Jair Bolsonaro.

Tras esta crisis sanitaria, económica y social, estoy segura de que pondremos el centro de atención en lo verdaderamente importante y creo que llegaremos a una conclusión unánime: sin el estado, sin lo público, sin lo comunitario, una sociedad no puede salir adelante. Ahora nadie duda de que la sanidad pública, de que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, de que la agricultura y la ganadería y los transportes son esenciales para subsistir.

Mucha suerte y mucho ánimo. Entre todos lo conseguiremos.

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