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Guerra psicológica

Se han aupado al poder mediante la mentira, el engaño y la ambición. Lo sabemos y lo están demostrando. Han engañado desde la tesis doctoral hasta en los mensajes preparativos que enviaron a la población en la fatídica manifestación del ocho eme. Recuerden las palabras de la ministra Calvo. En el día a día de nuestro confinamiento siguen mintiendo. Dicen que han enviado un millón novecientas mil mascarillas a la comunidad de Madrid, sus responsables han recibido solo cuatrocientas mil.

En Andalucía, el gobierno central dice que ha enviado dinero, mascarillas y no sé cuantas cosas más. Del dinero, dijeron noventa y un millones y han llegado tres millones. De lo demás ni les cuento. Por su parte, la ministra de trabajo no tiene otra cosa que hacer que enfrentarse a los empresarios amedrentándolos con que tendrán que devolver hasta el último céntimo si la inspección de trabajo detecta irregularidades en los ERTES. No son casualidades. Madrid y Andalucía, gobernadas por una coalición de centro derecha y los empresarios son el enemigo primario de la dictadura del proletariado.

Todo el que está obsesionado con el poder, persigue dominar la sociedad, para lo que recurre a cuantas argucias sean necesarias. Un ejemplo, el uso de la guerra psicológica. La finalidad de la manipulación psicológica como guerra no es otro que el de ganarla antes de comenzar las acciones militares. Son elementos esenciales para implantar la debilidad psicológica en la población, la confusión mental, la contradicción de los sentimientos, la indecisión y el pánico.

Bien, pues todo ello se aúna en la actuación de nuestro presidente, y sus adláteres, al que seguramente empezaran a abandonar compañeros de partido, para ir quedándose con el ala comunista de su coalición.

- La confusión mental la introdujo nuestro actual presidente cuando tras años de denostar la actuación y persona del líder de podemos, tras el propio fracaso electoral, lo abrazó significando la unión de todo cuanto había criticado, negado y despreciado. A quienes pensábamos que era un político normal, nos confundió. A podemos, además de confundirlo lo encumbro hasta hacer ministra a Irene Montero y a Pablo Iglesias Vicepresidente. Todo por el poder.

- La contradicción de los sentimientos la introduce en nuestra sociedad mediante la exhumación de los restos del anterior jefe del estado.

Otra contradicción de sentimientos se produce con el nombramiento de la fiscal general del estado. Miembro del partido socialista y ex ministra de su gobierno.

Igualmente, mediante las continuas contradicciones de sus decisiones que no se entienden en personas que tienen responsabilidad de gobierno.

De esas contradicciones no se obtienen beneficios comunes. Solo se usan para empoderar al avenido presidente.

- La indecisión, mediante las opacas y ocultas negociaciones con quienes quieren romper España. A través de ellas ha querido convencer a los ciudadanos de que su actuación era la mejor llegando a afirmar que la ley sola no era suficiente para solventar ese problema. El desprecio a la ley es el primer síntoma de quien piensa que lo es todo.

Por su parte, le viene como anillo al dedo esta primera postura indecisa de la Unión Europea frente a la pandemia, pues le permitirá crear un enemigo externo frente al que pretenderá unir las fuerzas internas, de manera que quien no apoye al gobierno será un traidor.

- Y, el pánico que trata de implantarlo a lo largo de esta desgraciada pandemia que, eso sí, le ha pillado de sorpresa pero que con toda seguridad tratara de sacar partido de ella. La exageración del pánico se realizara culpando a todos quienes no piensen como el de los desastres que han ocurrido y se derivaran de esta trágica pandemia.

Pánico que llega al ciudadano cuando se recorta la libertad de prensa, pilar básico de cualquier democracia y se castiga a los medios que firman manifiestos solicitando esa libertad.

Finalmente, uia de las características de la implantación de regímenes totalitarios es la comparecencia de sus gobernantes en los medios de comunicación para sin decir nada atiborrar a quienes les escuche de consignas populista.

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