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Silencio real

En estos tiempos de pandemia, en los que un virus coronado está poniendo patas arriba a todo el mundo, se están poniendo en evidencia muchas cuestiones y debates que durante décadas se han ido tapando de forma intencionada por el orden establecido.
Uno de ellos es tanto el papel que desempeña la Jefatura del Estado, como la utilización de la misma por parte de quienes la ocupan.

Nos estamos enfrentando como sociedad a una situación sin precedentes, donde en conjunto estamos respondiendo a la virulencia de la crisis sanitaria, económica y social siguiendo un manual de instrucciones en blanco que página a página, día a día, vamos escribiendo.

Nos hemos confinado, resguardado para protegernos, encomendando nuestra salud, nuestra vida a héroes y heroínas sin capa. Las distintas instituciones, con mayor o menor grado de acierto, con mayor o menor grado de intensidad, han puesto en valor el papel del Estado desde el que coordinar nuestra respuesta frente los problemas comunes.

Sobre esto último, la cara ha sido la institución más cercana. Los Ayuntamientos, una vez más, han sido quienes mejor nos han cuidado ante las peores circunstancias coyunturales, y también estructurales -no olvidemos que afrontan esta situación mermados tanto en sus recursos como en su autonomía-

Mientras tanto, el silencio, la inacción absoluta, ha reinado en la Jefatura del Estado. Me atrevería a decir que la inmensa mayoría de las y los españoles, independientemente de su ideología, de lo que votan, de lo que sienten, nos cuesta explicar el papel que desempeña la Casa Real como parte del Estado. En esta pandemia esa incertidumbre ha aumentado, no solo en el sentido del qué, sino también en el para qué.

Pero si eso no fuese suficiente, el hartazgo hacia la institución llega a niveles máximos cuando la callada por respuesta es lo que nos encontramos en una semana en la que la justicia, de forma inédita, está detrás de las sospechas más que fundadas de trapicheos eméritos. Sobornos inviolables, fondos en paraísos fiscales que cómplices también intentan sellar los labios, infidelidades de las que podeos hablar, no por ser secretos a voces, sino por haberlas pagado entre todos... Pero los y las que reciben en herencia una institución, guardan silencio ante sus súbditos. Un silencio real.

Posdata: Escribo súbditos porque, aunque suene a anacronismo es así, un reino lo conforma una corona que "protege" a sus súbditos. Organizado de forma piramidal en la que la aristocracia ocupa la parte más alta y estrecha. Aristocracia hacia la que, en ese caso sí, el rey ha roto su silencio para pedirle que, frente a la pandemia, actuaran cual noble de la edad media o moderna siendo generosos con las limosnas hacia el pueblo. Lo de tributar en el reino lo dejamos para el siguiente siglo.

[cabezon name="Guzmán Ahumada" designation="Coordinador provincial de Izquierda Unida y parlamentario de Adelante Andalucía" img="ahumada" /]

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