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Del idealismo y otras enfermedades

Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de repente, cambiaron todas las preguntas

Mario Benedetti

En estos tiempos convulsos, plagados de incertidumbres, amenazas y temores, nadar en el mar del surrealismo es una poderosa tentación.

Tengo una sensación de decadencia que me provoca una gran desazón; en una sociedad donde se han invertido los valores, donde lo anormal se ha vuelto normal, hoy quiero hacer una reivindicación de la utopía, del idealismo, hoy me gustaría rendir tributo a todas esas personas( miles, millones ) que creyeron/creímos que otro mundo era posible, que se puede invertir la tendencia, que los débiles, los desposeídos, los pobres, los deheredados pueden tener una oportunidad de conquistar un mínimo de decencia social, de dignidad.

Cada vez que se publicitan los nuevos datos del paro(escalofriantes) me invade una inevitable náusea de pánico; un país que cuenta con unas cifras inasumibles de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza no se puede permitir el lujo de que ninguno de sus dirigentes lance mensajes triunfalistas. Se ha producido un divorcio abismal entre los intereses de los partidos políticos(endogámicos) y las necesidades de los ciudadanos a quienes dicen representar. Y ello es sumamente injusto y peligroso; injusto porque se pierde la esencia del mandato representativo y se convierte en un mandato imperativo a la inversa; y peligroso porque la sociedad se polariza, se divide, se fragmenta en posturas irreconciliables, donde los populismos más aberrantes(los que fabrican enemigos como chivos expiatorios de los problemas graves y profundos de este sistema capitalista perverso y los que presentan soluciones fáciles frente a la complejidad social y económica) se apoderan del discurso colectivo y de las instituciones.

Y es que, el mundo de las ideas, me parece casi tan lejano como su autor platónico en unos tiempos tan extraños, cambiantes y oscuros como éstos que podrían ambientar cualquier película de ciencia ficción. Aparece, de repente, un virus muy contagioso que legitima para coartar derechos y libertades, que inocula el miedo, la depresión y el desasosiego entre la población mundial. Estamos asistiendo a una "guerra sin tiros" donde el desconcierto y el temor nos tiene desorientados.

Y, ¿qué podemos hacer frente a esto?¿ Rebelarnos? ¿Someternos?
Soy consciente de que el idealismo tiene un matiz de ingenuidad, un tinte naif, pero confieso que estoy convencida de que el idealismo, la bondad y el amor podrían ser la santísima trinidad del humanismo....

Porque ayer fue lunes, un regalo festivo extraño, os deseo mucho ánimo y mucha fuerza.

A Rosi, la segunda madre de mis hijos.

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