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Gilipolles

Cuando creíamos que la Ministra de Igualdad había batido sus propios récords de memeces, nos sorprende con un ridículo, o ridícule, propio de ser estudiado en los libros de historia por las generaciones futuras.

Rebuscando en la biografía de la ministre, que no menestra, eso quede para las verdures, hay cierto paralelismo con uno de los orígenes que se atribuyen al adjetivo "gilipollas", aunque no está constatado, parece que fue Don Baltasar Gil, Fiscal del Consejo de Hacienda del Madrid de finales del siglo XVI, cuyo paralelismo con la ministra, si le viene, no es por su currículo, sino en todo caso por el apellido, Gil él de primero y ella de segundo.

Pues parece que el buen señor de apellido coincidente por línea materna con la ministra o ministre, tenía a bien acudir con sus dos hijas, Fabiana y Feliciana, no sabemos si alguna de ellas Irene de segundo nombre, a todos los actos y eventos de la sociedad madrileña. El objetivo no era otro que encontrarles pretendientes que se prestaran a contraer matrimonio con las susodichas, al parecer tarea harto difícil dadas las pocas cualidades físicas e intelectuales de las "pollas", término que era utilizado en la época para referirse a las jóvenes casaderas.

Se hizo "viral" de la época la expresión "ahí llega Don Gil con sus pollas", juego de palabras que se utilizaba a medio gas entre la burla y el ingenio. Evolucionando más tarde el concepto de "Gil y Pollas" para hacer referencia a una persona atontada o escasa de intelecto, en clara alusión a las "pollas" de Don Gil.

La Ministra Montero además de hija o hije, corta o corte, más bien corta, de intelecto, también fue "polla" o polle, y de apellido materno Gil, coincidencias de la vida, de casta le viene al galgo.

Esta Gil y "polla", corrió más suerte que las pobres Fabiana y Feliciana, aquellas cortas de intelecto, esta también, pero sin duda corrió más suerte en su búsqueda de macho alfa con quien celebrar sus nupcias. Gil y "polla", o polle, la Montero se puso por montera a su tocayo de apellido, el otro Gil, Don Baltasar. Con las mismas escasas dotes de lucidez, ésta se ha prodigado en sandeces, o sandezas, acuñando por méritos propios un nuevo adjetivo para la historia, "Gilipolles", pero a diferencia de las progenitoras de su tocayo Don Gil, Doña Irene Montero Gil llegó a mejor fortuna cuando le fue otorgado el popular marquesado consorte de Galapagar. Sea como fuere, entre Gilis y "pollas", o polles, se escribió esta historia, pero aquella, la de Don Gil, deja de ser simple habladuría. 

[cabezon name="Joaquín Pérez Muñoz" designation="Abogado" img="JOAQUIN" /]

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