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Ventana americana. La mágica herencia literaria de García Márquez está de cumpleaños

Dos importantes efemérides literarias se cumplen en este año 2021 alrededor de la obra del real y mágico escritor colombiano Gabriel García Márquez: la publicación en 1961 de su novela corta El coronel no tiene quien le escriba, y la edición en 1981 de Crónica de una muerte anunciada. La primera fue escrita por el narrador caribeño durante su estancia en París, donde se encontraba ejerciendo como corresponsal del diario El Espectador de Bogotá, periódico en el cual había trabajado inicialmente como crítico cinematográfico en la capital colombiana asistiendo a las sesiones vespertinas de las grandes salas de cine bogotanas como el teatro Faenza o el Metro, en cuyo patio de butacas conoció las producciones de los jóvenes directores europeos de aquel entonces, representantes de la Nueva Ola francesa y el Neorrealismo italiano.

El coronel no tiene quien le escriba nos cuenta la historia de un militar que había combatido en las guerras civiles entre liberales y conservadores que desgarraron a la joven república a finales del siglo XIX y principios del XX, y que encontrándose en uso de buen retiro espera del pago de la pensión oficial que nunca llega, como si la misiva fuese el absurdo personaje elíptico de Esperando a Godot, del dramaturgo irlandés Samuel Beckett.

La situación de Gabo (hipocorístico por el que es conocido el reputado hijo del telegrafista de Aracataca) era similar a la del oficial de alta graduación, personaje inspirado en su abuelo materno el coronel Nicolás Márquez, un veterano de la llamada Guerra de los Mil días. A finales de la década de los cincuenta el periódico El Espectador había sido clausurado por orden de la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, dejando abandonado a su suerte al joven lector de Kafka quien todos los días revisaba el buzón de la pensión donde vivía en el parisino Barrio Latino a la espera del sueldo del rotativo que, a igual que la pensión del viejo militar, nunca llegaba. Y de esta manera, sin tener nada más que hacer, acometió la escritura de la que sería su segunda novela después de La Hojarasca y de la cual diría años después con esa ironía que caracteriza a los costeños colombianos, denominada "mamadera de gallo", que se vio obligado a escribir Cien años de soledad para que la gente leyese luego El coronel.

Una anécdota preciosa relacionada con esta novela fue relatada por el propio García Márquez en una entrevista concedida al periodista Germán Castro Caycedo. Y es que cuando su hijo Rodrigo García Barcha estudiaba cine, su profesor de la asignatura de Semiótica puso en su clase un trabajo en el cual los estudiantes debían analizar qué simbolizaba el gallo de pelea en el relato de El coronel no tiene quien le escriba. El entusiasta docente desconocía que entre sus alumnos se encontraba el primogénito del célebre representante del Boom latinoamericano, quien contactó telefónicamente con su padre para realizar dicha tarea. Pues bien, la sorpresa del docente debió ser mayúscula al leer el trabajo del hijo de Gabriel y Mercedes, que contrastaba con las hipótesis bizantinas de sus compañeros. En su redacción se decía escuetamente que, según el propio autor, ese ave de corral en la citada novela no significaba absolutamente nada.

Transcurrieron veinte años, y después del cataclismo literario que supuso la publicación de la mítica Cien años de soledad, que catapultaría a García Márquez hasta el Olimpo de los escritores y lo pondría en el camino de obtener más tarde el Premio Nobel, y tras el desconcertante experimento narrativo de El otoño del patriarca en el cual emulando a los futuristas vanguardistas hizo caso omiso de los signos de puntuación, apareció en el mundo editorial Crónica de una muerte anunciada, creada mediante la utilización de las técnicas del Nuevo periodismo para contar una historia de ficción basada en un suceso real.

Crónica de una muerte anunciada ha sido una lectura obligatoria, pero también disfrutada, en las aulas de los estudiantes de educación secundaria y bachillerato en todo el mundo de habla hispana. Y aunque desde las primeras líneas su autor revela que fueron los hermanos Vicario quienes asesinaron salvajemente a Santiago Nasar por ser quien presuntamente había mancillado el honor virginal de su hermana Ángela, y a pesar de que el tema de la honra femenina es para los más jóvenes una cuestión del pasado propia de los siglos de oro, no pueden evitar quedar atrapados en su lectura hasta el punto final del manuscrito para poder conocer los pormenores de esa historia que de forma hipnótica y embrujada va narrando el colombiano más universal.

Ambas novelas tuvieron sus respectivas adaptaciones al cine. El coronel no tiene quien le escriba fue llevada a la pantalla grande por el director mexicano Arturo Ripstein, y Crónica de una muerte anunciada se rodó bajo la dirección del italiano Francesco Rosi. Sin embargo, las versiones cinematográficas de las obras literarias de García Márquez nunca han tenido el reconocimiento ni la trascendencia de los manuscritos originales. Ni tampoco dejaron satisfecho al propio autor, quien curiosamente en sus inicios pensó en dedicarse al séptimo arte, y del cual se dice que recibió en su momento una oferta millonaria por parte del actor Anthony Quinn para hacerse este con los derechos de Cien años de soledad y poder interpretar en el celuloide el personaje de Aureliano Buendía, mientras que la actriz griega Irene Papas encarnaría a la matriarca Úrsula Iguarán.

El tiempo seguiría transcurriendo, y después de aquel invierno sueco de 1982 en el que García Márquez recibió de manos del rey Gustavo Adolfo el máximo galardón de la literatura mundial vestido con un liqui liqui blanco que rompía con el protocolo de la etiqueta nobeliana, acometió la redacción de la que él mismo consideraría como su mejor novela: El amor en los tiempos del cólera, un relato inspirado en los azarosos amores juveniles de su madre y su padre, los cuales darían vida en el papel a los personajes de Fermina Daza y Florentino Ariza.

Sin lugar a dudas, Gabriel José de la Concordia García Márquez, el eterno Gabo, es un mago de la palabra escrita que se puede, y se debe, releer con el mismo placer de su lectura iniciática, y a quien las nuevas generaciones siguen descubriendo con asombrado entusiasmo.

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