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Ventana americana. La soberbia del sátrapa senil

Las grandes plumas de la narrativa en lengua española escribieron durante la primera mitad del siglo XX sobre las vidas y obras de los dictadores iberoamericanos; desde Valle-Inclán con su "Tirano Banderas", hasta Vargas Llosa con "La fiesta del Chivo", pasando por Miguel Ángel Asturias ("El señor Presidente"), Roa Bastos ("Yo, el Supremo") y, por supuesto, García Márquez ("El otoño del patriarca"). A esta lista es probable que se una en un futuro próximo el novelista nicaragüense Sergio Ramírez perseguido actualmente por Daniel Ortega, su otrora compañero de la Revolución Sandinista y actual presidente cuasi vitalicio de Nicaragua.

La Fiscalía de la República de Nicaragua ha emitido orden de captura contra Ramírez, galardonado con el Premio Cervantes de Literatura en 2018, aduciendo motivos kafkianos y peregrinos totalmente insostenibles, tras de lo cual parece esconderse el brazo del comandante Ortega, quien no ha perdonado al autor de "Margarita, está linda la mar" (Premio Alfaguara de novela en 1998), por haberle criticado públicamente a través de sus escritos periodísticos por la durísima represión ejercida contra el pueblo "nica" debido a las protestas sociales que se tomaron las calles del "Reino de los grandes lagos".

Bien es cierto que en los años setentas del pasado siglo, Ortega y Ramírez, junto con otros personajes como el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal y el guerrillero Edén Pastora (conocido como el Comandante cero), lideraron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) para derrocar al dictador Anastasio Somoza Debayle, quien a su vez era hijo y hermano de otros dos autócratas nicaragüenses.

Los sandinistas, autodenominados así en memoria del patriota Augusto César Sandino, quien lideró la lucha contra la ocupación militar estadounidense en la nación centroamericana a finales de los años veinte y principios de los treinta, acabaron con la estirpe despótica que gobernó el país como si de su finca personal se tratase. De hecho, "Tachito" Somoza fue asesinado en su exilio de Paraguay, en 1980, por un comando sandinista que acabó con su vida disparando un lanza cohetes contra el automóvil en el cual se transportaba el antiguo "hombre fuerte" de Nicaragüa.

Somoza Debayle había perdido en 1979 el apoyo estadounidense en su lucha contra el FSLN debido a que su ejercito detuvo y asesinó en un control al periodista Bill Stewart, de la cadena televisiva ABC, lo cual fue grabado por el cámara que lo acompañaba y desató la indignación y furia de todos los estamentos del pueblo de los Estados Unidos que abandonó al tirano tropical a su suerte, precipitando inmediatamente su caída y su salida hacia un breve destierro dorado acompañado de una fortuna que se calculó en unos mil millones de dólares de la época.

Hoy en día, cuatro décadas después, al antiguo guerrillero sandinista se le acusa de utilizar los mismos métodos represivos de Somoza para perpetuarse en el poder: encarcelar a todo aquel que se opone a sus designios o que puede disputarle la continuidad en la silla presidencial de Managua. Mientras que las juventudes sandinistas, una especie de versión nicaragüense de los "guardias rojos" maoístas, salen a la calle a apalear y asesinar a cualquiera que ose levantar la voz contra su líder, tal como lo han comprobado y denunciado la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Servicio de Exteriores de la Unión Europea (SEAE).

Las Academias de la lengua del mundo hispánico han salido al unísono en defensa de Sergio Ramírez, al igual que otros muchos escritores y escritoras y gentes de la cultura, para exigir respeto sumo a uno de los principales derechos del ser humano: el de expresar libremente sus ideas, pilar fundamental de cualquier sociedad libre y democrática.

Con tres cuartos de siglo a sus espaldas, y después de catorce años curiosamente ininterrumpidos como presidente, Daniel Ortega se encierra en la Casa Naranja, el palacio presidencial donde no vive pero sí despacha, acompañado por su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo, la gerifalte cultural del régimen, y sus ocho hijos, quienes ostentan cargos de asesores en áreas estratégicas de la nación, barruntando la forma de descabezar a cualquier posible opositor que le pueda hacer sombra.

Daniel Ortega y la "banda de los nueve" (porque Zoilamérica, la primera hija de Murillo de un matrimonio anterior vive exiliada en Costa Rica desde donde denunció al presidente por abusos sufridos desde niña) ha llegado incluso a intervenir el diario La Prensa, adalid mundial del derecho a la información, por cuya valiente oposición a la dictadura de Somoza fue asesinado en 1978 su director Pedro Joaquín Chamorro.

La historia se repite en las "tierras de oro" del poeta modernista Rubén Darío, aunque han cambiado los villanos de la misma. Y, posiblemente, durante el próximo otoño de Madrid un maestro artesano de la palabra, que abandonó la política para retornar a la literatura, reflexionará sobre la posibilidad de contarnos la historia de un soberbio sátrapa senil que no confiaba ni en sí mismo.

[cabezon name="Luis Gabriel David" designation="Profesor y periodista" img="LUISGA" /]

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