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Pedro Sánchez en Ikea

La capacidad del PSOE para armar y desarmar equipos a tenor de las encuestas es sobresaliente. Lo demostró el presidente del Gobierno cuando, sin titubear, reestructuraba el Ejecutivo más caro de la historia de nuestro país, atendiendo así a la (mala) imagen de algunos de sus numerosos ministros.

Tenía donde elegir, pero el primero en salir del campo –si me permiten el símil futbolero- fue el titular de Sanidad quien, sobrepasado por la gestión de la pandemia, dejaba su cartera en enero de este año para centrarse en las elecciones catalanas. "Quito de aquí para poner allí", que diría cualquier ama de casa: mera economía doméstica.

Efectivamente, Sánchez aspiraba a amortizar la popularidad de Illa a pie de urna, un objetivo ciertamente loable desde un punto de vista electoral, no tanto así para el interés general de los españoles, que seguíamos entonces inmersos en plena tercera ola, con casi 600 fallecidos al día por Covid.

Unos meses más tarde, el líder del PSOE seguía obcecado en la reforma de su Consejo de Ministros. Quería hacer cambios más contundentes, buscaba un aire más fresco para su equipo. En sus propias palabras, "necesitamos cargar pilas y rejuvenecer", lo que se tradujo en la sustitución de otras siete carteras, incluyendo la cabeza de la ya ex vicepresidenta Carmen Calvo.

Parece que la maquinaria electoral del PSOE volvía a activarse en julio de este mismo año, en un vasto intento por zanjar la crisis generada en el seno del Ejecutivo de coalición con Podemos. Caras nuevas, un nuevo jefe de gabinete y aquí paz y después gloria.

Ningún socialista podrá nunca afearle a Sánchez que no se esté construyendo un Gobierno a su medida, mirando primera y únicamente por sus intereses, que son los del partido. Lo de gestionar, la recuperación económica y atender a las necesidades de los agentes sociales y productivos nos lo deja a los demás.

Otra de las claves de esta operación de maquillaje sin complejos es la económica. El presidente del Falcon y las vacaciones pagadas mientras el precio de la luz alcanza máximos históricos una y otra vez cuida muy mucho del bolsillo, pero no del de las familias y empresarios, sino del propio.

Así se lo exigen sus socios de gobierno en Cataluña y, además, una buena reforma no tiene por qué requerir la misma inversión en todas las estancias de la casa. Si las favoritas queden resultonas, al resto basta con aplicarles un buen lavado de cara.

Es precisamente en este punto en el que el PSOE se afana en construir mesas bilaterales de diálogo que responden única y exclusivamente al chantaje para mantenerse anclado al poder.

Nada que no supiéramos de antemano pero que chirría si atendemos a comparaciones: casi dos años y medio ha tardado Sánchez en recibir al presidente de la Junta de Andalucía cuando en tan sólo dos semanas ya se había reunido con su homólogo catalán, Pere Aragonès.

Lo mismo ocurre con la financiación y con el reparto de fondos europeos entre las comunidades autónomas, sin entrar en asuntos más polémicos como pueden ser los indultos a los presos del procés.

Es por ello que, en este inicio de curso político, podemos decir que el Gobierno se ha convertido en un 'Lego' al que el PSOE quita y pone elementos, cual montador de Ikea. Y, como bien rezaba cierta campaña de la compañía sueca, hay ciertas piezas que resultan indispensables para vivir. Para vivir en La Moncloa, quiero decir.

[cabezon name="Elisa Pérez de Siles Calvo" designation="Portavoz del Grupo Popular Ayuntamiento de Málaga" img="Elisa" /]

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