Hoy la Red me ha dejado profundamente conmocionado, pasan peores noticias, para las que nuestra digestión es pantagruélica, pero el homicidio del "maestro de concejales", el querido granadino, José Miguel Castillo Higueras, en la calle, por un asaltante que le golpeó para robarle, dejándolo abandonado para tres última horas de agonía trágica, me ha sacudido.
Trabamos relación en la segunda corporación democrática, la amistad entre su alcalde, Antonio Jara y Pedro Aparicio, nos produjo un acercamiento en los asuntos de gestión cultural y una amistad mayor que con el resto de ediles.
Pedro nos solía citar aquello de un concejal de Granada, comunista y de alta extirpe que, solía bajarse del coche oficial, si era víctima de un atasco, para pedirle disculpas al resto de los conductores parados, sufridores del embotellamiento. Eso lo hacía con la sana intención de que tomáramos nota de cual debía de ser nuestro comportamiento con los vecinos. Ese modelo de concejal era José Miguel, así nos llegó a las filas socialistas.
Vivimos los primeros años de nacimiento y crecimiento de la Junta de Andalucía, como buenos aliados, ante los topetazos por la lucha de competencias que la recién nacida demandaba y decretaba, así se formó nuestro eje insólito de Granada y Málaga.
La sensibilidad humana y cultural del mejor edil conocido, era envidiable, su recuperación de las tradiciones de Granada, mezclando lo popular y el buen gusto, de tratado universal.
Al ser de cuna señorial, su formación en las habilidades de protocolo y ceremonial, se elevaban sobre el mejor de los camarlengos del Vaticano, no era extraño que la Casa Real le consultara asuntos rituales.
Si viviera Pedro Aparicio, sus palabras hubieran constituido para ti el mejor de los epitafios, frente a mi torpeza.
Estoy convencido que habrás dejado escuela en tu querida Granada, para que tu despedida tenga los honores que supiste dar en vida a tu pueblo.
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