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La ceremonia

Pocas veces me ensofaqué para visualizar la ceremonia de los Goyas, el año pasado lo intenté, pero estuve más pendiente de las inundaciones en Campanillas. Éste, llevado por mi vecindad, porque se nos prometía por toda la comuniquería novedoso, debido a las limitaciones pandémicas, más los desafíos que anunciaban Antonio Banderas y María Casado.

Así que me puse: la larga presentación por el actor paisano, se me tornó homilía cinematográfica, e inmediatamente busqué alguna mosca; aunque me retornó a mis risas infantiles la referencia al Pascualini, nuestro Cinema Paraíso de andar por casa. Según me contaban de cachondeo, los amigos de mi difunto padre, el muy pícaro, le disparaba almecinas con su canuto a la calva del pianista del cine, los echaban y en venganza arrojaba piedras a la techumbre metálica del evocado salón, ¡vaya patulea!

La noche anterior al evento, tuve la fortuna y la mala suerte, de ver y escuchar a los premiados históricos de los Oscar y Globos de Oro: Olivier, las Hepburn, Peck, Chaplin, Poitier, Cagney, Bergman...¡qué cosa! Las intervenciones caseras de nuestros premiados, salvo la de Mario Casas, se me hicieron tan pluralmente familiares, que faltaron batas y pijamas. No puedo olvidar la escena histórica de nuestros cinco grandes directores firmes y distanciados, abriendo circunspectos los primeros sobres, que a la sazón faltaba un recuerdo académico o de Antonio a la mejor empaquetadora de las palomitas de maíz.

Gran presentación de los honores al año Berlanga, aunque se alargó más que la manga la escena del inimitable Pepe Isbert, mucho más había que evocar y mostrar del inolvidable director valenciano.

La interpretación de "La Violetera" me chirrió más que algunos de los violines que comandaba Diez Boscovich, a tal punto que busqué en la red la versión de Sara Montiel que oía de pequeño por la radio, extraordinaria nuestra estrella, nada que ver con esta versión violentera. Me sobrepuse con la presentación de Ángela Molina, con su emocionada intervención, los recuerdos a su familia, su sapiente contenido, ahí, me puse más localista y chovinista que los mayores ecuménicos.

Como Diestéfano decía: -cuando leía, al día siguiente del partido las crónicas periodísticas, le parecía que él había jugado otro. He seguido en la prensa las alabanzas a la ceremonia de los Goyas celebrada bajo los auspicios de Antonio Banderas, titulares: -"los mejores Goyas de siempre"; "un antes y un después de los Goyas de Bandera"..., y no acabarían los elogios. A mí se me hace que me echaron también del Pascualini.

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