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A mi amiga María Gámez

Me cabe la suerte de contar con la amistad de María Gámez, Directora de la Guardia Civil. La primera vez que vi a María, que no fuera en los papeles, es porque encontrándome en el despacho de la ex concejala Pilar Oriente en la Junta de Andalucía, pasó a saludarla como su nueva delegada de Innovación, Ciencia y Empresa en Málaga, saludo amable y leve, pero no sé que observé en su firmeza, que me pareció una persona de gesto severo.

Pasado el tiempo y siendo María portavoz del grupo socialista del Ayuntamiento malacitano, tuvimos una relación más frecuente, y así trabamos esos lazos de confraternidad y concurrencia que te llevan a ser amigos, sujeta su agenda al suplicio, siempre tuvo tiempo para encontrarnos, permanecerá en mi recuerdo su invitación a estar juntos hablando de Pedro Aparicio tras su fallecimiento, porque sintió mi aflicción al perder un amigo, un excepcional compañero y un maestro como persona y Alcalde del que durante 16 años recibí lecciones, y también nieto del Cuerpo.

En esta época de sobre excitación informativa, donde el envés y el revés, se alternan en un desafío de banderías buscando un resquicio para lanzar venablos, estoy convencido de que mi compañera necesita un abrazo de solidaridad, de los que sabemos que estamos hablando de una persona excepcional, una funcionaria y política pública de un escrupuloso sentido de sus deberes y responsabilidades, frente a los que blanden "peccata minuta" o bulos vergonzantes.

A los patrioteros hacen tan solo un mes, no les importaba el uniforme para espolear al jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, el general José Manuel Santiago, por un lapsus leve propio de la tensión acumulada, ahí no se citaba al duque de Ahumada, sino leña al mono aunque vaya con el uniforme verde. Hoy parece que los cambios en la cadena de mandos de la Guardia Civil, es un ataque sin cuartel a la Benemérita porque, para los sectores reaccionarios, los elegidos por los españoles merecen el destino de la domesticada Tarasca, y éstos si que no parecen dispuestos a seguir la fe de Santa Marta, porque lo suyo es la fe del carbonero y atusada al horizonte de su espejo.

María Gámez cuenta conmigo, porque no sé cual de los faros en los que vivió en su infancia la iluminó como guía social, culta, atenta y laboriosa para que la sociedad llegue a buen puerto.

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