Lo veíamos como algo lejano, incluso circuló por redes en tono jocoso. Venezuela, referente político de los podemitas y patria de acogida de Zapatero, es una dictadura comunista nada comparable con la España que conocemos, o conocíamos, y aquí ningún mequetrefe del tres al cuarto iba a campear por sus territorios al grito Chavista de exprópiese.
Gran error, sin darle la importancia que tenía estaban llegando a nuestro país aires de aquel modelo bolivariano. Podemos no aparece por casualidad, no nos engañemos, ni el 15-M ni las mentes vacías de sus seguidores eran suficiente para crear, y nunca mejor dicho, semejante monstruo. Roma no se conquistó en un día, ni Zamora en una hora. Esto lo tenían bien aprendido los artífices de la cosa. Cualquier revolución necesita tiempo para que triunfe, el tiempo se le ha dado.
Hoy España, así somos vistos por el resto del mundo, es de facto un país con gobierno comunista. Ciego quien no lo quiera ver. Pedro Sánchez está dispuesto a mantener su colchón en Moncloa a cualquier precio, incluso acercándonos al abismo de un estado fracasado donde se pone en riesgo la separación de poderes, se ataca a la Jefatura del Estado y se alienta a los violentos. La izquierda se mueve bien en ese escenario de fango, históricamente lo han demostrado.
Ahora, las insaciables ansias revolucionarias y revanchistas han dado otro paso más, atacar la propiedad privada. Esta vez no han sido las rastas podemitas, sino el propio socialismo maquillado el que, gobernando en Baleares, ha decidido expropiar viviendas, no por utilidad pública sino por imposición de una ideología, su ideología, que siembra enfrentamiento y pobreza allí donde ha gobernado.
Poco les importa la propiedad privada, está en el ADN de esta izquierda trasnochada, se trata de generar inseguridad jurídica, de destruir el mercado turístico que da empleo y riqueza a las Baleares. Se trata de ahuyentar a los inversores que dejarán de invertir por el miedo a verse expropiados de sus viviendas o que sean ocupadas con el plácet gubernamental.
Al final todo se traduce en crear pobreza para hacer al ciudadano cada vez más súbdito, más dependiente de las migajas que el Estado quiera repartir. Las fórmulas están inventadas y la historia nos ha enseñado como se implantan. Hoy es exprópiese, mañana puede ser incáutese.
[cabezon name="Joaquín Pérez Muñoz" designation="Abogado" img="JOAQUIN" /]
